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El reloj de Losada del Arenal, donde el tiempo se detiene

  • Visitantes y residentes aprecian y fotografían esta pieza, instalada en Jerez en 1857

Imagen del reloj de Losada el día de su reinauguración, el pasado mes de abril.

Imagen del reloj de Losada el día de su reinauguración, el pasado mes de abril. / Manuel Aranda (Jerez)

El Ayuntamiento de Jerez, a través de la petición del Clúster Turístico Destino Jerez, quiere que el reloj-farola de Losada del Arenal sea declarado Bien de Interés Cultural (BIC), así como su inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz. ¿Por qué no? Son muchos los turistas y residentes que se paran ante el reloj y lo inmortalizan con sus móviles. Este fin de semana mismo, jóvenes jerezanos regresados de Madrid y que ahora vuelven a vivir en su tierra, se sorprendían gratamente de “cómo está Jerez, está precioso. Qué alegría volver”, comentaban aliviados de dejar atrás la gran ciudad y recalar en “el pueblo”, apuntaban con cariño.

El tiempo parece tomar para ellos ahora otra dimensión, otro ritmo más sereno. Los minutos alargan los segundos, la mirada se pausa y respira. Y frente al reloj, detenidos ante el paso de la vida, lo contemplan. “Me encanta. Venga, ponlo en Instagram”, se decían unos a otros.

Este reloj, cuyo sistema de funcionamiento original está en el Museo de Relojes de la Atalaya, es de 1857, el primero de sus características en España. Sólo existía uno similar en Londres, en el Puente de Charing Cross, movido desde el Observatorio de Greenwich. El jerezano estaba conectado con la estación de ferrocarril con un sistema innovador para su época y ofrecía a los jerezanos la hora exacta en pleno centro de la ciudad. Unos manuscritos del municipio recogen que “a mediados del año 1857, queda el reloj instalado y conectado al reloj de la estación. La colocación la hacen en la entrada del paseo de la plaza de la Constitución, que mira a la calle de la Lancería”.

En los primeros momentos de su ubicación en el Arenal en 1857 (10 metros a la derecha donde ahora se encuentra su báculo, es decir, frente a Lancería), el reloj de Losada tenía una eminente función pública ya que, al estar conectado con la Estación de Ferrocarril a través de cableado, informaba de la hora de salida y llegada de trenes. Tal sistema similar al Morse se estropeó y fue entonces cuando el Ayuntamiento encarga la reparación del reloj con un sistema que el exiliado liberal José Rodríguez de Losada, que se encontraba en Londres por su oposición a Fernando VII, crea para nuestro reloj, que parte del puerto de Cádiz con destino a la capital británica.

“Losada le colocó la maquinaria de cuerda sin alterar la esfera, no le hizo agujeros y le puso la maquinaria con un sistema de cuerda interior que ningún relojero se lo imaginaba”, asegura José María Galisteo, autor de la última restauración del reloj, que fue reinaugurado el pasado mes de abril de nuevo en el Arenal. Consistió en la recuperación del funcionamiento en sus cuatro caras y de la iluminación interior ya que se trata de un reloj-farola, el primero instalado en España y sufragado por las arcas municipales con un coste de 16.000 reales.

Losada, que realizó el mecanismo del reloj de la Puerta del Sol de Madrid y que fue uno de los artífices del Big Ben, crea un sistema de carga en su parte superior que debe ser accionado por un operario y con una cuerda de duración de 7 días. La llegada de la electricidad hizo que el reloj de Losada cayera en desuso.

La última reparación data de 1973, cuando se le sustituyeron piezas y esferas. Sin embargo, en 1978, tras otro problema, el Ayuntamiento decidió retirarlo y guardar su estructura interna posteriormente en el Museo de Relojes, donde actualmente se puede visitar. “Fue lo mejor que se hizo porque si no hubiera acabado en manos de cualquier ladrón, como el que se llevaron del Museo en 2002 (uno de ellos de Losada)”.

En 2006, tras finalizar las obras de remodelación de la Plaza del Arenal, la caja de farol del reloj volvió a su sitio, aunque ya como elemento meramente decorativo.

Hoy, engrosa el patrimonio de la ciudad y lugares con encanto en los que detenerse y dejar pasar el tiempo.

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