Festividad de la Virgen del Carmen

433 años dejando tu rastro: ¡Gracias, Señora! (I)

Todo deja rastro. Como la estela espumosa marcada en el agua por el buque que se aleja, se imprime también en la vida, en las almas, en el mundo subconsciente, en cuanto nos rodea, a través de los acontecimientos que buenos o malos marcan los hechos, ya tomemos parte en ellos, ya desfilen ante nuestra vista asombrada. Ambientes incomprensibles de tristeza, de horror, de admiración o de entusiasmo, según sea el hecho profundo y sensacional capaz de crearlo.

Atmósfera de luz, de piedad, de amor, de confianza, de fe sincera, de atracción forzosa y dulce, es la estela que como sutil perfume de incienso y azucenas, ha dejado entre nosotros durante más de cuatro siglos la bendita imagen de Ntra. Sra. del Carmen, que fiel a su cita con su pueblo, mañana recorrerá a partir de las ocho de la tarde las calles de nuestra ciudad.

1586. Las murallas patinadas por los siglos, salpicadas con la sangre de héroes, ennoblecidas por los hechos gloriosos de la Reconquista, coronadas de almenas, empenachadas de torreones, rasgadas por las grandes puertas, o perforadas por oscuros pasadizos, cercaban aprisionando entre sus vetustos y dobles muros a la muy noble y leal ciudad de Jerez de la Frontera.

Saliendo por la Puerta de Sevilla, como a una milla de distancia, entre olivares y viñedos, se alzaba una ermita dedicada a San Benito. Allí se fundó el primer convento de carmelitas, y allí la hermosa imagen de la Virgen del Carmen que hoy veneramos en la Basílica de su nombre, recibió por primera vez el culto de los hijos de Elías y la veneración de los jerezanos.

Arrostrando las veredas polvorientas bordeadas de espinosas chumberas, allá iban, a visitar a aquella Virgen de rostro dulce que les miraba con cariñosos ojos, presta a acoger sus demandas, presentándoles con una mano a Jesús Niño y en la otra el santo escapulario, don precioso de su maternal amor.Allí, entre olivos y viñedos, como la torre que el Amado construyó en medio de las vides de Sorec, recibió la Reina del Carmelo, los primeros ruegos, allí concedió los primeros favores, y allí nuestros antepasados expresaron por primera vez su gratitud exclamando: “¡Gracias, Señora!”

Y la Señora quiso vivir en medio de sus hijos. En el año 1600, una horrible epidemia de peste asolaba la ciudad de Jerez; Los enfermos se contaban por millares y el Municipio pidió a los Carmelitas su convento para convertirlo en lazareto para los apestados.

Se apresuraron los religiosos de tal suerte, que en tres horas desalojaron el convento y llevando en su compañía la imagen de la Virgen del Carmen, la de San Elías y bajo palio el copón con el Santísimo Sacramento, aquel 13 de junio de 1600, bajo los abrasadores rayos del sol, entonando el salmo de David Cuando Israel salió de Egipto abandonaron la ermita encarándose a la ciudad. Entrando la Señora por primera vez en ella, recibió hospitalidad en unión de la Comunidad Carmelita en las casas de Rodrigo de la Paz, situadas en la Tornería.

Para manifestar a los Carmelitas su agradecimiento, las autoridades con los magistrados y la nobleza, de unánime acuerdo con el pueblo en masa, acudieron al Sumo Pontífice, al Rey y al Prelado diocesano, en demanda de licencia para erigir un convento de Carmelitas dentro de la ciudad amurallada. El 20 de julio contestaba el Sr. Cardenal Arzobispo de Sevilla dando la licencia para que los Padres del Carmen se trasladasen adonde la ciudad les señalase. Con rapidez inusitada, el 21 de julio, el Sr. Corregidor señaló para la traslación “el sitio de la Carpintería. Collación de San Dionisio en las casas de Pedro Ximenez. Escribano Público”.

Próxima a estas casas se hallaba el edificio de la pescadería en desuso, que también les fue cedido y la Capilla de los pescadores, dedicada de Ntra. Sra. de Loreto.

A comienzos del Siglo XVIII, al amenazar ruina la capilla de Loreto, se decidió derribarla y en aquel solar se levantó la actual Basílica en estilo barroco.

La bella imagen, desde el mismo lugar que hoy ocupa, recibió culto espléndido, y acogedora y benigna en todo momento y en toda hora en medio de su pueblo, atrajo la devoción ferviente de los jerezanos, envuelta en los impalpables suspiros de la oración como entre las perfumadas nubes de incienso, siendo la dispensadora de gracias y el consuelo de los afligidos, oyó elevarse amores conmovidos con las preces de la sagrada liturgia, la expresión ardiente del corazón jubiloso: “¡Gracias, Señora!”

Poco más de siglo y medio permaneció en su nuevo y hermoso templo esta sagrada imagen, incluso el Decreto-Ley de exclaustración de 1835, que forzó a los Carmelitas a abandonar su convento y la posterior Desamortización de Mendizábal, no pudieron cerrar la casa de la que se estaba convirtiendo en la Reina de Jerez.

En el verano de 1868, la entonces Iglesia del Carmen fue cerrada al público para comenzar un proceso de restauración que no se iniciaría. Mientras tanto, se habilitó la sacristía, como capilla provisional, por ser de gran capacidad y hermosura.

La tarde del 19 de septiembre de aquel año, los fieles congregados en la antedicha sacristía, estaban cantando la Salve a la Santísima Virgen con el Santísimo expuesto, tributando a Dios Nuestro Señor los honores de su fe y dirigiendo a su Santísima Madre las plegarias de su amor con gran recogimiento y unción, cuando inesperadamente sonó un terrible grito de: ¡¡Viva la revolución!! que hizo conmover hasta los cimientos de aquel sagrado recinto.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios