la ventana pop

En memoria de Juanjo Pizarro

  • El guitarrista sevillano, imprescindible en formaciones como Silvio y Sacramento, Dogo y Los Mercenarios y Pata Negra, entre otros, fallece a los 58 años

Juanjo, en su estudio.

Juanjo, en su estudio.

Nos casó su hermano Luis en el Salón Colón del Consistorio -en cierto modo, un privilegio: era el concejal que nos molaba-. Fue tan bonito que el secretario de Protocolo me pidió el CDR con la música que grabé para utilizarla en futuras ceremonias.

A la larga, no estuvo mal -duró veinte años-, pero al funcionario tuve que reconocerle, pese a la pompa y boato, que lo mío, más allá de Mozart y Bach, era el rock'n'roll caliente, y que mucho antes que de Luis, yo era fan de Juanjo.

No creo que sea capaz de poner en pie mi primer recuerdo de Juanjo Pizarro, fallecido la noche de este pasado viernes a los 58 años de edad, pero sí el último: algo tan prosaico como coincidir en Leroy Merlín; yo, en busca de vete a saber qué; él, a la caza de unos tablones para insonorizar su estudio.

Juanjo se mezcla en mis recuerdos desde los tiempos de Brigada Ligera, cuando Pive Amador ligaba la Transición a la monarquía, imperdible mediante. Era punk justo a la contra del punk que nos llegaba de UK. Más transgresor, imposible.

Lo recuerdo también incendiando el escenario con su guitarra en Dulce Venganza. Bueno, en realidad, o al menos en la memoria, él incendiaba el escenario cada vez que se subía.

Con Silvio, acompañado de Andrés Herrera -vaya dupla-, rozó el cielo en apenas siete pasos, aunque en realidad el paraíso estuviera en Dogo y Los Mercenarios, el grupo en el que al fin pudo crecer como compositor y productor (al menos, en la sombra).

Desde entonces, Juanjo estuvo ahí cada vez que se le necesitó. Hoy no entenderíamos el 'Inspiración y locura' de Pata Negra sin su presencia -igual que algún famoso directo-.

Discutí con él sobre la relevancia de Gun's N'Roses -estaba fascinado: le pilló en Londres grabando con Dogo-, pero ese entendimiento del rock'n'roll como algo visceral, consanguíneo -tal como igual lo entendía Dogo-, hizo que me replanteara algunos asuntos.

Hoy lo siento por sus muchos amigos, por Diego, por Jesús, por Miguel, por Andrés... Y por mí, que sin serlo lo añoro ya como una parte de la vida que se fue (pero ahí sigue).

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