Masacre en los fiordos · El servicio secreto dice que a Breivik "no le hubiera detenido ni la Stasi"

Muchas preguntas sin respuesta

  • Los noruegos intentan volver a la normalidad con las dudas sobre la actuación policial y el futuro de la ultraderecha populista y xenófoba instalada en su sociedad

Noruega trata de volver a la normalidad después de la masacre del viernes. Los cinco millones de ciudadanos del norte de Europa se ayudan un poco a sí mismos mediante conmovedoras reuniones de cientos de miles de personas para compartir sus penas en casi todas las ciudades.

Poco a poco, se vuelve a la rutina, y con ella llegan un montón de preguntas desagradables y conflictivas: ¿Qué es todo lo que salió mal para que la Policía llegara una hora después a la isla de Utoya donde se perpetró la masacre de decenas de adolescentes? ¿Es el del autor confeso, el radical de derechas islamófobo Anders Behring Breivik, un acto aislado o es el producto de un clima cada vez más intolerante en la sociedad?

"A este hombre no lo habría detenido ni la Alemania de la Stasi (órgano de inteligencia de la ex RDA)", se defendió la jefa del servicio secreto PST, Janne Kristiansen, en declaraciones al diario Dagbladet, ante las acusaciones de que se debería haber vigilado a Breivik cuando comenzó a comprar químicos. Siv Jensen, presidenta del Partido del Progreso, populista de derechas, rechazó las primeras acusaciones de corresponsabilidad "espiritual" por los atentados. Jensen, cuyo partido recibió en 2009 el 22,9% de los votos tras pedir un endurecimiento de las leyes inmigratorias consideró estas acusaciones "de mal gusto". Hoy día es el segundo partido de Noruega.

En Oslo nadie duda que el primer ministro socialdemócrata Jens Stoltenberg y su partido han afianzado su papel como fuerza política líder tras los acontecimientos. El Partido de los Trabajadores era el objetivo de los dos ataques. Stoltenberg guió al país de forma convincente a través del caos y el shock de los días posteriores a la tragedia.

Sin embargo, el primer ministro de 52 años también podría verse enfrentado pronto a preguntas controvertidas acerca de la estructura de la sociedad noruega: ¿Cómo es posible que el autor accediera tan fácilmente y de forma legal a dos armas de fuego? ¿Por qué pudo financiar sin problemas sus costosos planes de muerte a pesar de las grandes deudas que mantenía en sus tarjeta de crédito?

La ultraderecha prospera desde hace unos quince años en los países escandinavos con un discurso donde se mezcla xenofobia, islamofobia y defensa del Estado providencia, atizando angustias por la pérdida de identidad de una sociedad cada vez menos rubia y de ojos azules.

Según los expertos, este fenómeno general en Escandinavia muestra el camino recorrido por Anders Behring Breivik, el noruego "orgulloso de sus raíces vikingas" que confesó ser el autor de las matanzas de Oslo, aún cuando haya que hacer una diferencia con sus presuntos crímenes.

"Ander Breivik está solo en su extremismo, en sus crímenes. Pero también es interesante ver que se mueve en un contexto socio-político. No apareció de repente", comentó a la AFP Kari Helene Partapuoli, directora del Centro antirracista de Oslo.

El Partido del Progreso "ha sido muy hábil para orientar el debate público" incluso cuando ataca a los musulmanes y a los extranjeros, explicó.

Prácticamente sin comunidades extra-europeas hasta los años 1970-1980, los países nórdicos han servido después de refugio y de nuevo horizonte a cientos de miles de emigrados, sobre todo de países o de zonas de conflicto como la ex Yugoslavia, Somalia o Kurdistán. Por ejemplo, Suecia recibió más refugiados iraquíes después de la guerra de 2003 que todos los grandes países de Europa reunidos, según la Autoridad de las Migraciones.

En 2010, en Oslo, el nombre que se dio con más frecuencia a recién nacidos fue Mohamed y sus diversas declinaciones.

La proporción de personas nacidas en el extranjero superó el 10% en Suecia y en Noruega y es de alrededor del 8% en Dinamarca. Porcentajes que llegan al 27% en Oslo y supera el 80% en algunos suburbios suecos, según estimaciones oficiales.

Iniciado en Dinamarca a fines de los años 1990, el auge de la derecha populista antiinmigración parece prolongarse.

"Pero el sentimiento xenófobo no ha aumentado. Por el contrario ha disminuido, aunque ha sido utilizado políticamente de manera hábil", estimó Ulf Bjereld, experto politólogo de la universidad de Gotenburgo.

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