Muere Caballero Bonald (1926-2021)

José Caballero Bonald o la luminosa sombra de la noche

Bonald (derecha) era el último superviviente del grupo poético del 50, fotografiados por Asunción  Carandell.

Bonald (derecha) era el último superviviente del grupo poético del 50, fotografiados por Asunción Carandell.

“Por las ventanas, por los ojos / de cerraduras y raíces / por orificios y rendijas / y por debajo de las puertas, / entra la noche”. Así comenzaba “Versículo del Génesis”, el primer poema del libro Las adivinaciones, por el que José Manuel Caballero Bonald consiguió un Accésit del Premio Adonáis en 1951. Ayer, por las ventanas y por debajo de las puertas, la noche entró en el domicilio familiar de Madrid del gran poeta jerezano y se llevó una de las mayores voces que ha dado la literatura en español del siglo XX.

Sobradamente conocidas por todos fueron su condición polifacética y su versatilidad, no muchos escritores pueden exhibir una biografía tan rica y variada como la suya. Vivió en muchos lugares de muchos países, ostentó variados oficios y numerosas dimensiones profesionales y, dentro del mundo de la literatura, lo fue todo: poeta, novelista, ensayista, memorialista.

Según el decir de quienes conocen su obra a fondo, el esplendor de su poesía se mostró incluso superior al de su prosa, faceta que cultivó asimismo con brillantez infinita. Lo que resulta innegable es que a José Manuel Caballero Bonald le debemos libros de poemas deslumbrantes, que constituyen cúspides de belleza y magisterio para todas las generaciones posteriores. Aún resuena en mí el embelesamiento con que leí en la juventud estos versos de “Guárdate de Leteo”, un poema perteneciente al libro Descrédito del héroe: “Defenderé contra mí mismo / ese recuerdo, cuando / gastado ya el valor de una experiencia / que la literatura prestigiara, / en frágiles nociones se estaciona / la prefiguración de un mundo torvo / que es del placer la copia menos nítida”. Esa copia menos nítida del placer nos adentra hoy en un mundo más torvo, el mundo que van abandonando nuestros maestros y referentes poéticos.

José Manuel Caballero Bonald era, de hecho, el último superviviente de la mítica foto de Asunción Carandell durante el homenaje a Antonio Machado en Collioure en febrero de 1959, considerada imagen icónica de la generación del 50 o del mediosiglo, la más influyente de la poesía española desde la mítica generación del 27.

Sobre esta popular fotografía, el propio escritor jerezano comentó en La costumbre de vivir, su libro de memorias: “nos hicimos una foto que, en términos nada hiperbólicos, casi ha dado la vuelta al mundo”. Lo cierto es que la reivindicación pública de la figura de Antonio Machado en plena dictadura franquista supuso un acto cargado de simbolismo y heroicidad por parte de los allí presentes, aparte de la magnitud y calado de su obra literaria. Permítanme evocar hoy, como hondo homenaje a este autor inagotable que bautizó su obra poética completa (1952-2009) con el sugestivo título de Somos el tiempo que nos queda, esta esclarecedora reflexión sobre la existencia que cierra el poema “Summa vitae”, de su aclamado libro Manual de infractores: “¿qué me importa / evocar, preservar después de tan volubles / comparecencias del olvido? / Nada sino una sombra / cruzándose en la noche con mi sombra”. La sombra de José Manuel Caballero Bonald, bajo la cual descansamos del camino todos aquellos que amamos la poesía.

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