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La Crítica | Madama Butterfly

Una Butterfly con nostalgia

Imágenes de la ópera Madama Butterfly  con la jerezana Maribel Ortega como protagonista

Imágenes de la ópera Madama Butterfly con la jerezana Maribel Ortega como protagonista / foto © Miguel Ángel González (Jerez)

Una de las opiniones que circulaban en la noche del jueves 13, en el intermedio del estreno de Madama Butterfly en el Villamarta, hacía referencia a la nostalgia, recordando pretéritas representaciones de esta maravillosa ópera de Puccini en el coliseo jerezano. No se puede decir que la puesta en escena en esta ocasión fuera mala, pero sí que es cierto que invitaba a recordar otras anteriores, merecedoras de más halagos y alabanzas. Pero en fin, siendo positivo, tengo que decir que la nostalgia no deja de ser un sentimiento al fin y al cabo. Y Puccini era un experto removedor de los sentimientos a la hora de ponerlos sobre las tablas de un teatro lírico. Así que es cuestión tan solo de añadir esta nostalgia al resto de sentimientos que Puccini agita con excepcional maestría en Butterfly, una de sus óperas más famosas.

Lo mejor de la noche, sin duda, fue escuchar a Maribel Ortega, soprano jerezana querida y respetada en su tierra, lo cual no es poco mérito. Su público, y el del Villamarta no le fallaron, y se llenó el teatro. Y la ovacionaron al terminar la función.

Maribel tuvo una muy correcta línea de canto, lo que le permitió sacar lo mejor de la bella voz que posee. Por el contrario, el mantenimiento de esa uniformidad en toda la representación, sin altibajos, no le favoreció el lucimiento, a la hora de abordar el aria más famosa de Butterfly: “Un bel di vedremo”, donde le faltó dramatizar una de las escenas más conmovedoras y bellas de la obra, y tal vez del repertorio operístico en general. Se defendió muy bien en el dúo del primer acto con Pinkerton, y asumió con valentía esta difícil obra de Puccini en la que todo gira en torno al personaje de Cio-Cio San (Madama Butterfly) y que somete a la soprano a un gran esfuerzo lírico y dramático.

El tenor italiano Leonardo Caimi, Teniente Pinkerton en la obra, defendió bien su papel de joven e inconsciente oficial americano. Con algunos problemas en los registros altos en algunos pasajes, sin embargo consiguió dar credibilidad al personaje, tanto en lo canoro como en lo dramático.

Mejor que en su última actuación en el Villamarta, en Fausto, Pablo López dejó muy buena impresión en sus breves intervenciones como Bonzo. Bien Marifé Nogales en el papel de Suzuki, la criada de Butterfly. También José Antonio López, barítono, que se desenvolvió con soltura en el escenario, dramatizando correctamente el papel del cónsul Sharpless.

La escenografía de la representación estuvo flojita, no llegando a cuajar, en mi opinión, una revisión clara de la puesta en escena tradicional, y que a la postre, confundió un poco al público, al desubicar la acción, trasladándola de la casa de Butterfly a una misión religiosa, perdiéndose tal vez, la idea pucciniana de transmitir al público el concepto de las tradiciones japonesas.

Dentro de las posibilidades que permite el foso del Villamarta y ajustando las necesidades de instrumentación que requiere la ópera de Puccini, la Orquesta de Córdoba, conducida por Daniel Gil de Tejada, estuvo a la altura de la representación, aunque con un comienzo un tanto desordenado, que no impidió que el resto de la actuación fuera correcta.

También en el capítulo de los sentimientos de nostalgia, un recuerdo para Joan Cabero, a quien echamos de menos al frente del coro del Villamarta.

Un estreno de Madama Butterfly, donde vimos a Maribel Ortega encandilar a su público en un papel cargado de sentimientos, esperando ver en el horizonte el humo del buque que por fin traiga a su ser amado. Ascendit fumus praeteritas…

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