Fernando Taboada

Chacota baturra

Habladurías

15 de diciembre 2007 - 01:00

LLAMA la atención lo cabezotas que somos los españoles. No hay más que ver la obstinación con la que defendemos un patrimonio tan nuestro como la siesta. Porque la siesta se duerme en este país con razón o sin ella. En el tren, en el cine, en la parada del autobús, tanto da que se tenga sueño o no, la cuestión es dormirla. Y aún así, todavía nos quedan energías para fomentar otros tesoros de nuestro patrimonio como el escaqueo.

Pero en lo que no hay quien nos gane a testarudos es en la tirria que tenemos los españoles hacia todo lo que provenga de los Estados Unidos. Aunque son inofensivas, odiamos esas gorras con visera y colores imposibles que tanto gustan allí. Por aborrecer, aborrecemos también las hamburguesas, o esas patatas fritas tan americanas que las suelen acompañar y que tienen el mismo sabor que tendrían las guías telefónicas si se dejaran freír. Despreciamos sus celebraciones ñoñas, como la fiesta de Halloween, con la misma saña con la que despreciamos sus árboles de Navidad y su adiposo Papá Noel. De los refrescos de cola, ¿qué se puede decir que no se haya dicho mil veces? Y qué mal nos caen sus modos autoritarios, siempre prohibiendo fumar, desnudarse en público o dejar que los menores entren en los burdeles. Nos repatea su consumismo, su manía de ir en chándal o de comer palomitas. No nos gustan nada las series televisivas que hacen, con esas risas enlatadas, como tampoco entendemos los mítines que celebran los norteamericanos, con todo ese despliegue de banderitas y esa patulea de fanáticos con aspecto de haber superado varias lobotomías.

Es tanta la fobia que tenemos a lo yanqui que nos pasamos la vida parodiándolos. Con tal de ridiculizarlos, usamos esas mismas gorras horribles, en el cine comemos palomitas hasta reventar y nos disfrazamos de Papá Noel. Si serán socarrones nuestros comentaristas deportivos que no hacen otra cosa que imitar a los de allí. Por burlarnos de sus niños gordos y de sus mítines, somos capaces aquí de cebar a nuestros hijos como si fueran del mismo Kentucky y de jalear a nuestros políticos con banderitas muy parecidas a las que agitan ellos en sus campañas. La última que se nos ha ocurrido para cachondearnos de los americanos es montar un remedo de Las Vegas nada menos que en Aragón. Hay que ser puñetero para burlarse así de los horteras que pierden en la ruleta lo que ganaron vendiendo su rancho y sus bisontes. Supongo que, con tantos casinos, ahora la comarca de Los Monegros se llenará de imitadores de Elvis y de tipos con sombrero de cowboy. Como burla es magnífica pero, por lo que costará la broma, no me esperaba yo que los odiásemos tanto.

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