NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Cosa Nostra ha sobrepasado Sicilia, no repara en lindes y, ahora, toca nuestro territorio político. Andan los pícaros sentados en las Cortes, convertida ya en Patio de Monipodio. Ahí nuestros opresores se las arreglan para amarrarnos con gabelas, imponiendo cadenas y confabulando a la justicia para limitar la libertad.
De donde debería surgir la defensa de los ciudadanos, nacen chorizos y chistorras, listillos y cuqueros, gentes de la desfachatez y la trampa, que nos tienen al borde de la claudicación intermitente de la femoral. No hay día que no aparezca un espabilado queriendo atrincar lechugas. Ha nacido una nueva clase de golfos encorbatados y granujas de pachuli. Todos ellos con escaño, o afines que, aunque huidos de la justicia, marcan allende las fronteras los destinos del país.
No me importaría concederles cierto nivel de sagacidad; pero, de ningún modo, el cinismo bananero al que se está llegando ¿Cómo han podido entrar tantos pillastres en las listas democráticas? ¡Qué nivel de obediencia a la voz de ¡ar! Ni una sola autocrítica, ni un suspiro. Nadie ve la evidencia, nadie oye nada. Entre tanto, proliferan las cuentas bancarias en República Dominicana, Venezuela o Luxemburgo.
No es que yo esté en contra de que cada quien lleve el dinero donde le plazca, sólo resulta extraño que el peculio de altos cargos viaje con tanto secretismo a paraísos tan solidarios. Las valijas diplomáticas del Falcon tienen esas cosas. Sea como fuere, personajes de baja estofa moral están asaltando el poder. Gente ingeniosa, sin duda, que están escribiendo las glorias de una nueva España torticera, como lo hicieran personajes de la picaresca que protagonizaron aquel género literario surgido en la España del siglo XVI. Aquellos, gentes menesterosas de mal vivir; éstos, los bon vivant del establishment reinante, pinches de cocina política y guripas del chusco agradecido. No caben más pillastres en las bancadas. El pueblo soberano, mientras tanto, en la luna de Valencia.
Daríamos por bueno si, quien gobernase, fuese sólo travieso y sagaz; pero excedería que su habilidad llegara a engañar a propios y extraños: que donde dijo digo, ahora diga Diego. Así un día y otro, hasta ser un hombre a una nariz pegado. Y de este palo, las astillas repartidas por todos los gabinetes, como si se hubiera normalizado el comportamiento marrullero del sátrapa. No caben más granujas en el cesto. Ojalá fuera un sueño malicioso y travieso. Tendría gracia si todo quedara en una picardía, un guiño a la historia y ya. Pero no, la cosa pasa de castaño oscuro y la falta de honradez (que se prometía para 100 años) ha quedado en agua de borrajas con tufo sicalíptico incluido, entre prostíbulos, concubinas y puteros. Todo muy sinvergüenza y ordinario. Un culebrón de fulleros ha conseguido empotrar los bajos fondos en las arterias del Estado.
Desde el escándalo habido, por la perversa utilización de los fondos reservados en la lucha contra ETA (hasta cierto punto entendible) no se había tenido noticia de tamaña bellaquería sistémica. Medran los delincuentes y delincuentas, lo mismo por vía consanguínea que matrimonial. Sisan a los incautos mientras otros entretienen, tal que ocurre en la calle con los trileros ¡qué vergüenza! Que los pobres de solemnidad lo hicieran, tendría cierta explicación atenuante; que lo hagan quienes ostentan cargos bien remunerados, es bellaquería manifiesta. Asistimos boquiabiertos a la eclosión de pícaros, sollastres, tunos y tunantas, a la normalización de que, a pesar de sus acciones carroñeras, se paseen tan panchos por la calle, mientras el honrado ciudadano paga con sudor los excesos de estos pajarracos.
No podría hacer para ellos una exhortación a la compasión, como me lo pide la conciencia cuando se trata de pobres de solemnidad; sino de aplicación de justicia implacable hasta que devolviesen todo cuanto han birlado; y, después, ya se vería. No pido garrote, sino escarmiento, restitución y ejemplaridad, por lo menos. Que estos holgazanes probaran la salutífera medida de la ley. Tiene uno la impresión de estar gobernado por el hampa, que Guzmán de Alfarache lleva las riendas y el Lazarillo quien las unta. Hiede la nación a no sé qué, de tanto légamo que se mueve. Como si se estuviesen levantando los cuerpos del inframundo y se hubiera convertido España en la Babel del engaño. A esta gente carente de honra y vocación de parásito, hay que darles donde más les duele, esto es, en el bolsillo, que es por lo único que se mueven. Por eso anda la UCO haciendo averiguaciones por los untos, sobres y chistorras. Saben los Guardas del Reino y Migueletes que han de seguir la pista de las lechugas para dar a la caza alcance, que es de donde sale la enjundia de cuanto voy diciendo. La de los pícaros es fauna humana muy abigarrada, con tipos humanos similares en miseria, repartida por toda la geografía carpetovetónica ¿Qué hacen esos tipos en la política? Te diré: corromperlo todo e inficionar la Corte. Ellos son quienes han convertido el Estado en una Caquistocracia (gobierno controlado por personas ineptas e incompetentes). Y ahí estamos, en manos de desaprensivos capaces de cometer toda clase de fechorías gratuitas y caprichosas.
¿Hemos de seguir aguantando bravuconerías a la par que sus cínicos consejos morales? Y no está el mal en ellos sólo, también en quienes llenan la faltriquera con el halago y el servilismo. Pícaros aquellos, pícaros éstos. Faltaría un Fiscal imparcial que encarrilase el asunto y diera fin a tan gruesos atropellos. Me quedo corto en la catalogación de este Bestiario, enumeraría muchos más, tanto de ellos como de ellas, de toda raza, lengua, pueblo y nación. Hay más pícaros que adoquines en la Porvera.
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