Semana Santa 2019

Matices morados y solemnidad

  • El acompañamiento musical marca el carácter clásico y fúnebre de la cofradía de Capuchinos

El Santísimo Cristo de la Defensión, envuelto en una nube de incienso.

El Santísimo Cristo de la Defensión, envuelto en una nube de incienso. / Miguel Ángel González

El Martes Santo comenzaba con un sol radiante y de forma anticipada para La Defensión. Y es que, recién entrada la mañana en Capuchinos se celebraba en el templo una misa solemne en la que el Ejército renovó el voto al Cristo de la hermandad. Es la imagen titular protectora del Regimiento de Artillería nº 74 y, por ello, le acompañó una representación en su Estación de Penitencia.

Divina Pastora esperaba a las siete menos veinte de la tarde ese manto morado que caracteriza a una cofradía de marcada suntuosidad y rigurosa penitencia. Un aspecto que se pudo observar ayer en su recorrido, pero, sobre todo, en su entrada en Palquillo. Ahí fue donde el Diputado de Cruz pedía la venia de forma escrita en un pergamino para no interrumpir el silencio que les caracterizó durante su recorrido.En esta corporación todo iba en cohesión. Desde la voz de Martín Gómez al martillo del misterio y la fe de las 33 almas que portaban al señor de forma grandiosa, hasta la fina selección de marchas clásicas interpretadas por la Centuria Romana Macarena de Sevilla. Los más de 3000 iris morados dirigían la mirada hacia el Cristo de la Defensión culminado por esas rosas de tonos ‘black baccara’ características por sus matices de marcada oscuridad. Todo acorde a la idiosincrasia de la cofradía castrense.

Las bambalinas de María Santísima de la O se mecían a las marchas fúnebres de la Soledad de Cantillana dejando bonitas estampas en enclaves estratégicos como Gaitán. Sonaron ‘Cristo de la Defensión’ y ‘Reina y Señora de la O’ y realzarlas era labor encomiable de Manuel Jesús Elena. Él supo conseguirlo. Resplandecía durante sus más de seis horas de recorrido rebosando compostura y austeridad. Completaban el conjunto del paso de los llamados ‘de cajón’ las rosas color champán y las bouvardias blancas. De nuevo, la candelería del palio incorporaba varias velas votivas que lo coronaban con leyendas haciendo referencia a Red Madre y a la fibrosis quística, causas con las que la corporación está muy comprometida.

El estandarte de la cruz de guía contenía la reliquia del Lignum Crucis que se incorporó en 2012. Más de 200 nazarenos y casi 50 niños en el pavero acompañaron a la hermandad con el ruán morado que es ya el color que asociamos a la Defensión de toques neoclásicos, siendo también elevado el número de acólitos. Y el broche lo puso, sin duda, el cortejo litúrgico que iba tras la Virgen.

El andar de esta cofradía es característico y, aunque acostumbra a dejar momentos mágicos en calles ya representativas de nuestra Semana Mayor como Cruces o Tornería, no hay ninguno como su recogida. Anoche se congregaron cientos de jerezanos que, a la luz, casi de la luna llena pudieron disfrutar de un momento de anhelo y delicadeza que se repetirá, a buen seguro, dentro de escasos doce meses.

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