Tiempo al tiempo

Las grietas del silencio

U RBANIZACIÓN San Joaquín de esta Muy Noble y Muy Leal Ciudad. Un dormitorio sobrio -marasmo de ojeras en las paredes- se adormece al alba. Mantiene intacto su escaso mobiliario. El cartel de la Semana Santa de Jerez 2014 clavado con chinchetas en el tabique izquierdo, las medallas del Resucitado y las Cinco Llagas sobre este modesto escritorio frío y seco, el oxígeno condensado y furioso como el temblor irrequieto de un espasmo con olor a herrumbre. La cama -lecho de pensamientos indómitos- permanece tal cual desde entonces: sólo la remembranza de la última recostada de su propietario -negro sábado a media tarde- mientras leía (absorto y cuajado de silencio casi sepulcral) los Evangelios… deposita una hondura de silueta errática a modo de sábana santa que ya para siempre (impunemente) estampa la huella blanca de quien cruzaría por última vez el umbral de esta puerta -nebuloso de dictamen- para arribar en el orillado infortunio de un brocal incógnito. Mermado el ímpetu, rojizo el sentimiento, siempre invariable la bondad, impertérrita la simpatía…

En el dormitorio aledaño -sueños lisos e inmaculados como las canas de una madre que ni imagina siquiera la inmanencia de las horas muertas- barrunta sintaxis de lágrimas negras aquella abrupta carta de amor filial redactada a punzadas de espanto y desesperación. ¿Para reunirse con la Madre en letras mayúsculas era preciso, amigo Soto, alejarse terrenalmente de la madre -uterina y sacrificial- de andar por casa? ¿De esta casa desértica de tu gracejo de niño grande donde ahora -post mortem- todo se tiñe de postrimerías, embeleso, tráfago, irresolución, grisallas de la melancolía, contubernio de la dubitación, crepúsculo, laguna, portafotos de primeros planos, tu pisacorbata de la Viga y jaleo esporádico de algarabía de sobrinillos que tanto y tan a mansalva te querían?

Asola el hastío en las residuales grietas del mutismo purulento. Una pértiga cincelada de ceniza. Las impenetrables aguas de la abstracción sostienen de consuno el jeroglífico -el enigma musgoso- todavía no resuelto. Un mar de estaño que hostiga la irresolución del secreto mudo e indescifrable. Y chavales hermanos -redadas de preguntas sin respuestas que laten en la estrechez de la abstrusa impotencia ajena- lloran y lloran y lloran… silabeando el origen -la prefectura- del despropósito. Mas todo son cábalas y conjeturas. Catástasis. Porque tú, Soto, pertiguero de una cofradía algodonada de azúcar y recalcitrante y heteróclita paz interior, blindaste el correaje de estas nunca previsibles peteneras con toná de esfumación y fuego. Para mí tengo que ni por asomo calculaste cuán necesario eras para tus iguales. Te perdiste a tientas en las baqueteadas soñarreras del intríngulis onírico. Y sin embargo -a pesar de la prontitud y la precocidad de esta pugnaz despedida a la francesa- has dejado un poso de dependencia fraternal que padecemos muchos más colegas de los imaginables en tu sonrisa de cercanías. Permíteme, hermano, que te recordemos como un héroe de la discreción. Como un cirial de celeste altura. Como un acólito de la Gracia y de la Gloria. De la Gracia y de la Gloria de haberte conocido.

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