Diario de una gran hazaña | Capítulo 72 (3 de mayo de 1522)

Elcano ordena rumbo noroeste al creerse ya en el Atlántico

  • El comandante de la 'Victoria' considera que, según sus cálculos, la nao española ha salvado ya el cabo de Buena Esperanza, concluyendo una travesía por el Índico terrible

  • Elcano sopesa los riesgos de tomar tierra al llegar a África para atender a los numerosos enfermos de escorbuto que hay a bordo

Vista aérea del cabo de Buena Esperanza, ubicado al sur de África y considerado el punto que divide los océanos Atlántico e Índico.

Vista aérea del cabo de Buena Esperanza, ubicado al sur de África y considerado el punto que divide los océanos Atlántico e Índico.

El comandante de la nao Victoria, Juan Sebastián de Elcano, ha repasado mil veces sus cuentas y sus cartas náuticas y ha llegado a la conclusión de que después de tres meses de una durísima travesía, ya han dejado atrás el Índico. Desde que partieran de Timor el 7 de febrero y se adentraran en este océano tan desconocido, el objetivo de Elcano fue siempre el mismo: cruzar el Índico de este a oeste por la zona más al sur posible para evitar ser vistos por la flota portuguesa enemiga. Y así, navegando por latitudes tan meridionales, buscaba también salvar el cabo de Buena Esperanza, situado en el cono sur de África, considerado el punto que separa los dos océanos y para muchos uno de los lugares del planeta más temidos para la navegación.

Por eso, porque considera que la Victoria surca al fin las aguas del Atlántico, Elcano ha ordenado hoy, 3 de mayo de 1522, poner rumbo noroeste. El objetivo es remontar este océano, llegar a España y culminar así la primera vuelta al mundo con, además, la satisfacción que da saber que las bodegas están repletas con casi 30 toneladas de esas especias tan codiciadas en Occidente.

Al poner proa al noroeste la Victoria busca de manera indirecta ganar en tranquilidad, ya que la travesía por el Índico ha sido lo más parecido a un infierno. Navegando estos tres meses por latitudes tan meridionales, casi siempre en torno a los 40º sur, la nave española se ha topado con un intenso frío y, lo que es peor, con unos temporales muy virulentos que han puesto en peligro la supervivencia de una Victoria que, pese a todo, ha sabido mantener el tipo en unas aguas hasta ahora desconocidas para los 45 hombres que forman la tripulación.

Atrás queda por ejemplo la zona conocida como los Cuarenta Rugientes, que son corrientes de fuertes vientos que se localizan por estas latitudes tan al sur y que pueden favorecer la navegación pero en sentido de oeste a este, es decir, todo lo contrario a lo que ha tenido que combatir una nao Victoria en la que su comandante, el vasco Juan Sebastián de Elcano, ha demostrado una vez más sus múltiples cualidades para la navegación.

Pese a la tranquilidad que da pensar que ha dejado atrás el Índico y el temido cabo de Buena Esperanza, Elcano tiene ante sí un dilema que debe encarar en breve: desembarcar en algún lugar de la costa africana para atender a los muchos enfermos que hay a bordo o seguir alejados de la costa para evitar ser vistos por los portugueses.

De momento el comandante de la Victoria parece decantarse por la segunda alternativa, porque es mucho lo que pueden ganar si llegan a España sanos y salvos. Pero también es consciente de que tras tantas semanas sin ingerir alimentos frescos, el escorbuto sigue haciendo mucho escarnio en una tripulación desnutrida, enferma y agotada. Y eso que entre los 45 hombres que siguen a bordo no se ha producido aún ningún fallecimiento, aunque el lamentable estado de salud que presentan algunos de ellos no invita en exceso al optimismo.

Por eso, la opción de tomar tierra está ahí. Si la salud de la tripulación sigue empeorando de manera tan vertiginosa, y si vieran en la costa africana algún enclave no vigilado por los portugueses en el que poder fondear, siempre se podría hacer una escala rápida para hacer acopio de frutas, verduras. alimentos frescos y agua potable para reemprender con rapidez el camino de regreso a España. Pero Elcano no quiere precipitarse, entre otras cosas porque hace casi tres meses que no ven tierra, a excepción de aquel islote deshabitado que avistaron a mediados de marzo, la isla de Ámsterdam, que terminó siendo del todo inaccesible.

La solución a ese dilema, en cualquier caso, tendrá que esperar. Ahora lo que toca es mantener el actual rumbo noroeste y, eso sí, sin dejar de otear el horizonte para no ser vistos por los navíos lusos. Ser detenidos ahora por los principales enemigos de España sería muy doloroso, primero porque esta aventura de la flota de las especias cumple ya más de dos años y medio desde que partieran de Sanlúcar y también porque el regreso a casa, y además con éxito, parece estar más cerca que nunca.

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