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Jerez

Los 'invisibles' Harvey de Bristol

  • Recuerdos de la familia que hizo del 'Bristol Cream' el jerez más vendido del mundo

Hoy tendremos que volar con la imaginación hasta la bella Bristol. No queda más remedio. El negocio de los Harvey (no muy estudiados) comienza allí y hasta 1970 no se les ve el pelo por Jerez. Bristol fue uno de los puertos más antiguos e históricos de Inglaterra en el comercio de vinos y el centro de la ciudad estaba edificado sobre un laberinto de bodegas.

Todo comenzó en 1796, cuando un comerciante de nombre William Perry abrió un negocio de vinos en el número 12 de la calle Denmark. Se le conocía como 'Gaunt House' y ocupaba las naves de una antigua bodega medieval que sería destruida en 1940 en un ataque aéreo. Desde el principio, Perry se dedicó de lleno a vender jerez y oporto aunque también comerciaba con alcohol o madeira o importaba vinos del Rin y de Canarias. Comerciaba con el 'Bristol Milk', el tipo tradicional de vino dulce que se había estado importando durante siglos; su referencia más antigua que se conoce se encuentra en un manuscrito del Museo Británico que data de 1634. En 1634 el coronel Fiennes fue juzgado por no conseguir defender la ciudad del príncipe Roberto, declarándose como testimonio que "la guarnición de Bristol tenía que haber resistido sobre todo por encontrarse abastecida con un buen aprovisionamiento de Bristol Milk", como nos descubre Julian Jeffs.

Años más tarde, Perry introduce en la sociedad a Thomas Urch y su hermana Ann se convierte en la segunda mujer de Thomas Harvey, un marinero célebre. Su padre también se llamaba Thomas Harvey y tenía una reputación excepcional. Se cuentan muchas anécdotas sobre él pero hay una de especial importancia por el futuro de la familia. Una noche estaba sentado junto a un amigo dando buena cuenta de un par de botellas de vino; a última hora tocó la campana y cuando el sirviente entró, le señaló una estatua yacente y le dijo: "Por favor, quita de enmedio a Mr. Prothero y tráeme otra botella de oporto". Más tarde su barco se perdió en el Atlántico, en medio de un huracán, muriendo él con su mujer y toda la tripulación.

El segundo Thomas Harvey no llegó a tener la popularidad de su padre, pero fue uno de los capitanes de Bristol más respetados de su época. Por eso, resulta sorprendente que su hijo mayor, John Harvey, tuviese 'horror al mar'. En 1822, John (1806-1878), sobrino de Thomas Urch, entró en la compañía con sólo dieciséis años de edad. William Perry ya había muerto. En 1829 entró como socio en una empresa asociada de Kidderminster, a unos doscientos kilómetros de Bristol, casándose en la misma época en la que se mudó y yéndose a vivir encima de la tienda, mientras su hermano menor, Charles, ocupaba su puesto en Bristol. A John le siguieron tres generaciones que mantuvieron el nombre de John Harvey. La quinta generación siguió al frente del negocio hasta 1956.

Los inicios de 1860 son años importantes para el negocio familiar: John, junto a su otro hermano Edward, perfeccionan un tipo de jerez dulce nuevo, encabezado con un oloroso incluso más añejo que el Bristol Milk, pero aún no habían decidido cómo llamarlo cuando una dama visitó sus oficinas y le ofrecieron una copa de Bristol Milk. Más tarde pidió que le diesen a probar una muestra del nuevo jerez y ella fue quien le dio el nombre: "Si el primero era Bristol Milk, entonces este debe ser seguramente Bristol Cream". Y así nació el vino más vendido en todo el globo.

Existen anécdotas sobre los nombres de otros vinos de Jerez que están o estuvieron, durante muchos años, en la lista de Harvey: 'Reina Victoria', por ejemplo, era el jerez favorito de la Reina Victoria Eugenia; se servía 'Bank' en la sala de juntas de los banqueros con los que trabajaban los Harvey en Bristol, mientras que 'Anita' debía el nombre a la hija de un antiguo socio. Transcurría el año 1871 cuando John Harvey padre decide cambiar el nombre de la sociedad por el de John Harvey & Sons. La empresa perteneció y fue dirigida por generaciones sucesivas de la familia: El 'Bristol Cream' se registra como marca de la casa en 1882 y es en 1895 cuando se garantiza el suministro de vinos a la Casa Real.

A principios del pasado siglo, John Harvey & Sons incorpora una nueva generación de la compañía que acomete la modernización del negocio. Aparecen las máquinas de escribir y realiza la primera campaña de publicidad de una bodega jerezana.

Contaba Jeffs una anécdota muy simpática: la confusión que existía en Inglaterra entre los nombres Harvey y Garvey. Cuentan que en una ocasión cierto inglés ingenuo estaba visitando Jerez y sólo había oído hablar de una firma llamada Harvey. Le pidió a un hombre del lugar que le condujese a las bodegas de Harvey y, como quiera que Harvey no tenía bodegas en Jerez en aquella época, lo llevaron a la de Garvey. La hospitalidad de los exportadores de jerez es proverbial, no conoce límites y todo es poco para los visitantes. El inglés estaba tan contento con el trato recibido que le escribió al cónsul británico en Cádiz contándole cuán hospitalarios habían sido en las bodegas de Harvey, "pero, ¡qué raro que en España lo escriban con una G!".

La prosperidad y calma del negocio del vino se verá alterada en 1958. Ese año, la compañía de Bristol atiende la vehemente y desesperada petición de un profesor mercantil, hijo del alcalde de la Villa de Rota que se ha instalado en Jerez. Este joven tan inquieto -que fue avisado de la llamada de Harvey durante su luna de miel con María Teresa Rivero, de familia de abolengo-se llama José María Ruiz-Mateos. Ha escrito hasta 33 cartas al número 12 de Denmark Street con ayuda de un diccionario de inglés y de su amigo Klaus Novak, ofreciéndose como suministrador exclusivo de los vinos de Jerez a la Casa Harvey. George Edwards MacWatters, chairman de la compañía, se desplaza tiempo después a Jerez junto a su 'mano derecha', mister Cox. Descubren la ciudad, giran visita a la bodega Palomino & Vergara y conocen a la familia Ruiz-Mateos.

Dos años después, se cierra el acuerdo bajo los auspicios del director del Banco de Bilbao en Jerez, Ricardo Molina. Sería por 99 años y no 100, el máximo que permite la legislación británica, a razón de unas 96.000 botas por año. La verdad es que si Harvey no hubiera dado ese paso, la historia de Rumasa y de Jerez se hubieran escrito de una forma muy bien distinta.

Con el contrato de suministro bajo el brazo, Ruiz-Mateos comenzó a visitar los bancos y se lanzó a una frenética compra de bodegas y propiedades.

En esos meses de 1960, en Jerez ocurre un hecho insólito: La compañía Caballero, de El Puerto, presenta una demanda contra Zoilo Ruiz-Mateos y Cía. En la demanda, Luis Caballero Florido acusa directamente a José María Ruiz-Mateos de haber usurpado una muestra de sus bodegas que ya se encontraban bajo el cuidado del Consejo Regulador y que le suministró Antonio Fernández, entonces auxiliar de laboratorio y empleado del Consejo. Muchas versiones relacionaban las muestras de Caballero con aquellas que sirvieron a Ruiz-Mateos para hacerse con el multimillonario contrato con Harvey. Por Jerez circularon todo tipo de rumores, hasta algunos que apuntaban que la posible apropiación había sido pactada en la cumbre, pero lo único claro en que derivó este episodio fue un hecho muy embarazoso: La demanda acabó con José María en la Comisaría de Jerez.

Por ver primera, Ruiz-Mateos conocía en sus propias carnes un calabozo, donde pasó una noche. La mediación de un gran amigo de su padre Zoilo Ruiz-Mateos Camacho, José María Pemán, y del empresario catalán Francisco Curt Jiménez, Paco Curt y su chapela, lograron arreglar la situación. Los Caballero retiraron la demanda, se hicieron las paces y el asunto quedó enterrado. Preocupado por lo acontecido, se dice que Juan Pedro Domecq, amigo de la familia, aconsejó al joven: "Con toda la envidia que te has echado encima, das una oportunidad como esta a tus enemigos para que enmascaren todo tu esfuerzo y trabajo". Cierto es que el sector se desenvolvía con orden, confianza mutua y normalidad, pero la revolución que imprimió Ruiz-Mateos al negocio asustó a los grandes barones del jerez.

Entretanto, en Bristol, el incremento del negocio aconsejó a los Harvey a mudarse de Denmark Street a otras nuevas y amplias instalaciones a las afueras de la ciudad. Todo iba sobre ruedas cuando, a finales de 1965, se produce el cataclismo. Los propietarios de Harvey habían vendido sus acciones a una familia de granjeros, los Showering. La compañía la formaban tres hermanos muy singulares que les daba por la música y que habían hecho una fortuna gracias a un invento muy original: una especie de sidra que se llamó baby champ o 'champán infantil'. Los nuevos propietarios se replantearon sus intereses en el negocio del vino y, conscientes de la necesidad de contar con base propia en Jerez, compraron la bodega MacKenzie y el 50% de la firma sanluqueña Barbadillo. El contrato con los Ruiz-Mateos fue revocado, aunque dispusieron de un plazo de gracia de tres años para buscar sustituto. Así les dejaron, "abrumados y llenos de vino por todas partes". Mientras, Harvey quería más: En 1973 funda dos compañías copropietarias de viñas, una 'Viñarvey', con Garvey, y la de 'Gibalbín' con Barbadillo. Y años después, en 1979, se expande enormemente con la compra a Ruiz-Mateos de la bodega Misa, famosa por sus jardines. Tras la expropiación de Rumasa, adquirió las bodegas Terry y Palomino & Vergara.

El resto de la historia es un triste 'de mano en mano' en el que cualquiera puede perderse. Básicamente, se resume en que la gran cervecera Allied Breweries, luego Allied Lyons y Allied Domecq, absorbió a Showering y a su vez, a Harvey y a Domecq a través de Hiram Walker Europe, que poseía el 56% de la bodega del 'Fundador'. En 2005, el grupo francés Pernod Ricard adquiere Allied Domecq en una operación a tres bandas con el conglomerado norteamericano de Fortune Brands, dueño de qBeam, propietaria hoy día de las dos bodegas.

Y de John Harvey y de sus caimanes Kevin y Harvey jamás volvió a saberse.

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