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Jerez

Sobre hortalizas y el 'brise soleil'

  • Esteve sufrirá en mayo una remodelación de la plaza que se suma a las ya ejecutadas a lo largo de la historia Aquí, un paseo por el pasado aliñado por opiniones de expertos

Se acabaron los juegos de luces y sombras en Esteve. Pronto, en mayo, las máquinas echarán abajo el mítico edificio del Instituto Andaluz de Reforma Agraria (IARA), criticado y amado, y que hoy acoge la delegación municipal de Medio Ambiente. Construido por el arquitecto Fernando de la Cuadra en 1959, deja sitio a un nuevo proyecto para la plaza con el que el Ayuntamiento persigue darle el máximo protagonismo al mercado.

Con el derribo del IARA, Esteve mira al pasado con aires vanguardistas, casi futurista. Dos estructuras formadas por perfiles metálicos y revestidos por paneles de aluminio serán las 'casas' de los comercios que aún hoy abren sus puertas en los bajos de Medio Ambiente. Ante estas dos 'peceras', el rugir de los autobuses. El proyecto -del Ayuntamiento jerezano con el Consorcio de Zona Franca- tiene como otro punto fuerte el diseño de una terminal de autobuses para atraer las miradas (y los bolsillos) a un centro castigado por la crisis y la falta de accesibilidad. Pero el adiós no sólo se le dirá al particular edificio del IARA, sino que la ciudad también se despide en mayo de La Vega, la cafetería eterna, que será reconstruida en cristal.

Para la historiadora del arte Ricarda López, el edificio de Esteve, "es el primero de estilo netamente racionalista construido en el corazón de la ciudad. Sería un disparate que la ciudad se permitiera el lujo de prescindir de esta obra, fruto de la ingente labor desarrollada por Fernando de la Cuadra a favor de la arquitectura contemporánea". "La fachada de oficinas -añade- está precedida de una malla reticular de dobles líneas horizontales a modo de brise soleil, que acentúa los juegos de luces y sombras. La belleza de la simetría, el orden en la repetición de vanos y macizos nos recuerda a Le Corbusier". Un edificio contemporáneo que merece "ser conservado, porque la arquitectura contemporánea también es un bien patrimonial que tenemos la obligación de proteger", concluye.

Y es que según cuenta Antonio Mariscal en su libro Por las calles del viejo Jerez, Esteve ha sufrido numerosas transformaciones a lo largo de las últimas cinco décadas y que han ido afectando considerablemente a su primitiva urbanización de finales del XIX, como el derribo del edificio de 'Los Madrileños', el antiguo café 'La Vega' y el cine 'Salón Jerez', lo que supuso un ensanche necesario de la zona por la masiva afluencia de personas y vehículos a los alrededores del mercado. A mediados del XIX, con el derribo del convento de San Francisco, este espacio se suma al ya existente y se plantea la idea de crear un edificio para mercado público, aunque se materializaría más tarde.

Y siguieron las remodelaciones. Mariscal añade que otra actuación "un tanto desafortunada, fue la construcción del anodino edificio del IARA, que destruyó una buena y necesaria parte del mercado y creó la calle Parada y Barreto".

Para el arquitecto Ramón González de la Peña, "este edificio puede no ser muy querido por la mayoría de los jerezanos pero, además de su valor arquitectónico, que lo tiene, resolvió de forma muy correcta la articulación de los distintos espacios urbanos, plaza Esteve y calle Doña Blanca y también las calles que se acomodan en los accesos secundarios del mercado. Con su demolición se van a crear algunos problemas urbanos, de escala y también de recorridos, que actualmente están bien resueltos". "La ciudad -subraya- es un ser vivo que tiene que estar en permanente revitalización y por tanto, bienvenida la intervención en un espacio que es mejorable. Pero esta renovación ha de nacer de la búsqueda de mejoras urbanas específicas. En un espacio de tantas situaciones complejas, con tantas servidumbres (como el sótano de aparcamientos, el tráfico innecesario que cruza la plaza Esteve, las paradas de autobuses, etc.) es necesario que la intervención que se plantee persiga la solución general del conjunto y no una solución parcial a un hecho específico como el de una terminal de autobuses urbanos que, en mi opinión, es un objetivo inapropiado para este espacio".

Una zona, la de Esteve y Doña Blanca, "donde mejor se oye el latido de la ciudad", dice Mariscal. Un ajetreo ya existente en los últimos años del XVIII y primeros del siglo XIX, tiempos en los que ya había vocación de mercado y que se conocía el espacio como plaza de la Hortaliza, según el libro de Trujillo. Había más de cien puestos y un pozo con brocal de piedra que se usaba como lavadero de las verduras. En marzo de 1793 hubo un gran incendio en este mercado que destruyó casi todos los puestos de madera, fuego que se extendió hasta el Arenal. Antonio Mariscal alza la voz y asegura que el derribo del edificio de Esteve "dejaría a la vista esa construcción tan singular del siglo XIX como es el mercado central de abastos. Hay que tener en cuenta que en la mayoría de las ciudades españolas son estos mercados lo que más atrae a propios y extraños, y ello genera negocio, por lo que las autoridades hacen esfuerzos para dotarlos y embellecerlos". Asimismo, considera esta plaza un punto estratégico necesario en el que confluyan todas las líneas de autobuses, y cree que los jerezanos "pedían a voces una nueva Vega".

Guste o no, ¿es el momento? Ésa es la pregunta que se hace el arquitecto Jesús Orúe, quien considera que "el momento actual que vivimos en nuestra ciudad nos hace pensar que es necesario acometer otro tipo de proyectos, más creativos, más imaginativos. Proyectos que resuelvan problemas que a todos nos acucian. De ningún modo me parece un proyecto urgente". Este experto pone también énfasis en la información ofrecida desde el Ayuntamiento, que no ha hecho públicos, por ahora, "los estudios técnicos que se han desarrollado para constatar la idoneidad de la propuesta". En su opinión, este tipo de proyectos "deberían tratarse de forma menos hermética y dar al ciudadano la posibilidad de conocerlas, y, por supuesto, debatirlas".

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