Jerez

La crónica de un hundimiento

  • El Ayuntamiento de Jerez es hoy el mejor exponente de la asfixia financiera que sufren los municipios que han vivido por encima de sus posibilidades · La cultura del ‘pelotazo’ también metió al político en la burbuja

Desde que el Titanic rozó con el primer iceberg hasta que la nave se fue a pique con todo el pasaje y su tripulación a bordo transcurrieron unas pocas horas que, paradójicamente, a los ojos del espectador se suponen interminables. De alguna manera, el tiempo se detiene cuando este hecho se reproduce en cine o televisión, como cuando el mundo observó en directo y estupefacto a los dos aviones que se estrellaron contra las Torres Gemelas. Las atravesaron como dos puñales, pero los rascacielos aguantaron en pie un tiempo que también se antojó eterno por la magnitud de la tragedia.

¿Cuándo hizo ‘crack’ el Ayuntamiento de Jerez? ¿En qué momento exacto entró en bancarrota o quiebra técnica hasta convertirse en la actualidad en un claro exponente de la crisis por la que atraviesan los municipios andaluces? A saber, los graves problemas financieros se originaron en 2000, hace justo una década, aunque cinco años antes Jerez ya había empezado a vivir por encima de sus posibilidades, engañándose a sí misma con planes de saneamiento que nunca cumplía.

Hasta que se inauguraron los Juegos Ecuestres de 2002, a los proveedores se les pagaba puntualmente y tampoco las concesionarias se podían quejar. Por descontado, la plantilla municipal cobraba el día 25 y nadie se echó a la calle por los retrasos en los pagos. Pero las obras del circuito y el Mundial Ecuestre de 2002 hundieron las cuentas de Jerez en la miseria. Ahí empezó todo, según un alto cargo técnico que entonces colaboraba en la parcela económica. Las grandes compañías constructoras aceptaron el reto y, a cambio de decenas de millones de euros, convirtieron al trazado jerezano —la ‘joya de la corona’ del ex alcalde, Pedro Pacheco— en el más moderno, y para acoger al mundo ecuestre se construyó un estadio olímpico junto a una pradera y un picadero únicos. Las empresas entraron al trapo, sí, pero no son tontas. Tenían la sartén por el mango y hasta que no cobraban no entregaban las obras más importantes, añade este técnico.

Todos los ingresos se concentraron en unas obras que hoy son la envidia de muchas otras poblaciones pero que asfixiaron las arcas municipales y a un sinfín de proveedores que, de buenas a primeras, empezaron a ver sus facturas devueltas. La Junta de Andalucía quiso y pudo haber pagado la factura del circuito, pero el líder andalucista jamás se lo puso fácil. No entró en sus planes que el Gobierno andaluz desembarcara en el trazado jerezano, en su jardín privado, tampoco le preocupó quién pagaría y cómo.

Pacheco agotaba su último mandato al frente del Ayuntamiento jerezano y capeaba el temporal gracias a la ingeniería financiera y a los aprovechamientos urbanísticos y nunca mejor dicho, puesto que el amplísimo término municipal le permitía hacer caja con relativa facilidad en una región inmersa en la cultura del ‘pelotazo’. Tanta que en un pleno llegó a reconocer Pacheco que alguna nómina la pagó con ayuda de los ingresos recaudados por este capítulo. El ladrillo salvaba cualquier eventualidad. De hecho, bajo el concepto de caja única los ayuntamientos han bordeado la legalidad por sistema, pagando nóminas con la venta de patrimonio municipal de suelo, algo sobre lo que ha alertado la Cámara de Cuentas.

Aun así, cuando algo fallaba, pues se inventaban operaciones como la de exigir un canon de 18 millones de euros a Aguas de Jerez por la explotación del servicio. Esta empresa municipal no tenía más que solicitar dicho dinero al banco y éste lo concedía. Hoy lo está pagando todavía y su futuro es más incierto que nunca.

La política de pactos en el Ayuntamiento durante la siguiente legislatura, unida a la burbuja inmobiliaria, no hizo sino empeorar la situación. La vivienda dejó de ser la más barata de España para situarse a la altura de capitales como Málaga y Córdoba. Y, entretanto, las tres fuerzas que gobernaron el Ayuntamiento gracias a acuerdos impensables —por cuanto se odiaban hasta minutos antes de firmarse— incrementaron la deuda sin anestesia. Hoy ronda en total los 700 millones de euros, esta respetable cantidad es la que debe Jerez. Desde la Gerencia de Urbanismo, Pacheco gobernó un ayuntamiento paralelo en el que creció la plantilla sin límite con subida de sueldo generalizada. El PP y el PSOE, por su parte, disfrutaron del bastón de mando sin más. Nunca antes hubo tanta falta de preocupación por cuanto que se ingresaba mucho menos de lo que se gastaba.

El PP se limitó a repetir durante año y medio, hasta diciembre de 2004, lo que Pacheco hizo durante años, inflar el capítulo de ingresos bajo cualquier excusa para salir adelante. Tanto la alcaldesa María José García-Pelayo (PP) como la actual regidora, Pilar Sánchez (PSOE), cuando le presentaron los presupuestos y los técnicos le hicieron ver que se ingresaba menos de lo que se gastaba preguntaron: ¿Y esto cómo se hacía antes? Inflando los ingresos, encontraron por respuesta. Pues vamos a hacerlo igual, venían a concluir. A decir verdad, el PSOE durante un año presupuestó que gastaría mucho menos, lo que generó idénticos problemas, y a la postre siguió la senda más sencilla, la de exagerar los ingresos. La situación, en este contexto, empeoró ejercicio a ejercicio y así lo refleja un dato: con Pacheco el déficit estructural del Ayuntamiento era de 18 millones de euros anuales. Hoy al abrir el Ayuntamiento el déficit de tesorería, este año de 2010, asciende a 77 millones.

Cada uno de los tres iba por libre y nadie tomó medidas más allá de la rebaja de los sueldos de los concejales, lo que no ha resuelto el problema de fondo, ni mucho menos.

La quiebra dio la cara a partir de la crisis financiera e inmobiliaria que sacudió con fuerza en verano de 2007. Para entonces, el PSOE gobernaba con mayoría absoluta. El gobierno socialista, con Pilar Sánchez al frente, en su fuero interno sabía que había que aplicar un ajuste importante para adelgazar una plantilla sobredimensionada. De hecho, no renovó a 17 empleados de Urbanismo en lo que fue la primera decisión polémica que adoptó. Días más tarde y tras un encierro de los mismos en la Catedral, los readmitió. “No voy a ser la mala de la película”, indicó a los medios semanas después, cuando se le preguntó por la plantilla municipal.

En la actualidad, la aplastante realidad le ha forzado a aplicar medidas traumáticas y también estéticas, como el cese de todos los asesores a los que contrató cuando arrancó la legislatura, después de que su marido dimitiera como jefe del gabinete de Alcaldía tan sólo días antes. “Si no hubiese metido en el mismo paquete a su marido, no habría sometido a tanta presión a los demás, sobre todo porque se lo puso fácil a la oposición, ya que no fue generosa en el reparto de asesores de los grupos municipales”, reflexionaba un delegado del gobierno, este jueves pasado.

Hasta llegar a este extremo, hasta no tener dinero ni para folios y tóner, la alcaldesa ha visto cómo hasta 21 concesionarias se echaron a la calle el lunes pasado para reclamar los impagos —recuperar la paz social es una de sus prioridades—; también buena parte de la plantilla municipal se ha concentrado esta semana frente al Ayuntamiento porque no había cobrado aún la nómina de marzo; y esto por no hablar del sinfín de acreedores, sobre todo pymes, que están contra las cuerdas porque el Ayuntamiento, que a duras penas paga el corriente a proveedores y concesionarias de servicios públicos y recorta su abultada deuda bancaria, es incapaz de hallar el equilibrio económico y financiero. Por mucho que los músicos tocaran el violín hasta el último instante, el Titanic se hundió. Está claro que un Ayuntamiento con 2.500 empleados necesita mucho más que promesas de enmienda y música celestial para salir a flote y dejar de dar una imagen tan penosa, que se cuela por la ventana del televisor demasiado a menudo en las noticias de las tres para toda España.

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