Memorias de un galán

El último duelo del 'malo de la película'

  • Una hora con Antonio Pica, actor secundario en unas setenta películas. El jerezano, premio Asecan de Honor del Cine Andaluz, se recupera de una enfermedad en una residencia de El Puerto

 Ha sido un ‘the end’ poco conocido: El mal gana sobre el bien. El villano sobre el héroe. Pero en esta reflexión tendremos que invertir protagonistas: el ‘malo de la película’, el odiado personaje, hace de santón y salvador de la bella chica y el bueno... El bueno es lo peor que le puede dejar en el camino a uno en silencio y se llama ictus. Por tanto, final feliz y aplaudido para nuestro personaje, Antonio  Pica Serrano, nacido en Jerez de la Frontera el 24 de febrero de 1930, hijo de Encarnación y de “un hijo de puta del que nunca hablaré”. Profesión: Trabajador en el sector petrolífero y actor secundario en más de setenta películas. Ha realizado también spots televisivos para ‘El Corte Inglés’, ‘Osborne’ e  ‘Iberia’.  Estado civil: Casado en cuatro ocasiones. Tiene 5 hijos. Estado actual: Problemas  de memoria. Feliz y convaleciente.

Mucho tiene que ocurrir para doblegar a este tiarrón de cerca de dos metros, apariencia británica, de fotogenia espléndida, una especie de Eastwood decadente que se mueve en la silla de ruedas con rapidez entre los pasillos de la Residencia ‘La Torre’ de El Puerto, donde sigue recuperándose. Camina como el rayo a largas zancadas con sus grandes pies. Orgulloso, no precisa de ayuda.

Actor por accidente

No es exagerado. Antonio siempre fue un gran deportista, campeón nacional de judo en Francia, primer puesto en el campeonato nacional de salto de palanca... En un par de ocasiones, Pica hizo de doble durante los diez años que dedicó al plató. Sufrió situaciones de altísimo riesgo pero de todas ellas logró salir  airoso.

Resulta que al técnico de plataformas petrolíferas jamás se le pasó por la cabeza  lo del cine. Fue tan inesperado, tan repentino. Cuando esperaba a su hijo “en...¡ joé!... ¡El café de los actores...!” -El ‘Café Gijón’. “¡Eso! Que esperaba recoger a mi hijo, que venía del Liceo Francés. Entré, pedí algo en la barra y vi una reunión de unos siete. Uno no me quitaba ojo. Pensaba en lo peor. A ver si este... Luego se acercó. Que si era u n directivo de los Estudios Moro, que si quería hacerme una prueba. Entramos en conversación, me enseñó los estudios y  me probó  con...¡ni me acuerdo ya!... y luego hicimos una escena, y otra escena... Al final, el hombre sacó las pruebas y le oía decir con entusiasmo: ‘¡Esta!... ¡y esta!... ¡y esta!’ Total, me dio un cheque de tres mil pesetas, una fortuna... la misma que me gasté aquella tarde”. Y así empezó todo.

 Y de la publicidad, a la pantalla. Al peplum,  el western y el terror con pocos medios, aunque en su favor habría de recordar su paso por grandes superproducciones. Fueron más de 70 largometrajes. Y, con el tiempo, su rostro  se conoció y por su maldad y vileza en muchas de sus escenas de western, se convirtió en el malo despiadado para los mayores y el hombre del saco para el público infantil. “¡Pues yo no sé porqué me ponían siempre de malo! Me verían cara de ciezo, digo yo... Pero a mí nunca me ha influido. Me clasificaban como el malvado, el traidor, pero vamos... no me han llegado a tirar piedras”.

Mujeres y toros

 

Y, con el cine, las mujeres. Ese apuesto mocetón de los sesenta tuvo mucho, mucho éxito.

- ¿Cuántas?

- ¡Uff!... No, no diré el número... pero muy alto.

Antonio casó con cinco mujeres: dos egipcias, una francesa, una española y, por fin, una mejicana, que se pirraba en las compras en ‘El Corte Inglés’ cada vez que pisaba Madrid. En España, Pica es un soltero más. Y cuenta con una tranquilidad pasmosa cuando  estuvo a pique de liarse con una reconocida estrella, “pero no lo hice... Todo el mundo diría que yo era lo que era gracias a ella”. Antonio aconseja cierto cuidado con las mujeres, que bien conoce: “La mujer es la reina del buen hacer: Coge al hombre y le lleva”. ¿Está uno ahora para amores? “¡Pues claro, joé, hombre...! Y fuerza, aunque no me queda mucha. Un hombre siempre es un hombre.”

Y, ¿aparte de mujeres? “Pues mira, algo que no va a comprender nadie: los toros. Y diré porqué: Hubo una época en la que me llenó tanto... Pero el mundo del toro es muy duro. Bueno, como todo en la vida. Lo que pasa es que yo empezaba a ser mocito y me decía: ‘Esto no es para ti, Antonio. No ‘encojunta’, no ‘encojunta’... No porque en los toros haya intereses ocultos, sino porque hay una fórmula muy rara de entender. Yo soy un tipo muy especial. Muy sincero. Llamo a las cosas por su nombre...”

La ‘lista negra’

 

Y hablamos en su habitación de ‘La Torre’ de reconocimientos, del premio Asecan que le han concedido, de política, de que él era hombre claro, que digo lo que pienso y por eso estaba en la ‘lista negra’... “A mí me da igual que no se hayan portado bien. Nunca he tratado con políticos. Nunca en mi vida, ni tengo amigos en la política. La política sólo lleva a la mentira”. Y lo deja caer con ese deje andaluz que siempre le acompañó. El mismo que le traicionó, cierto día de los 60, cuando rodaba en TVE un capítulo de  la serie ‘Arsénico para dos’ y hacía el papel de un inspector inglés. Se le escapó un ‘señó’ y aquello fue la perdición. El productor le increpó y Antonio no se cortó: ‘So carajote, ¿tú sabes cómo hablan los policías de Gibraltar?” Ahí acabó la televisión para Pica. Y volvió  al submarinismo en la plataforma del mar del Norte.

Este secundario no tuvo más pretensión que una: un personaje que llenara realmente la pantalla. Y habla de sus recuerdos de Ernest Borgnine, de su amigo Paul Naschy, o de Jack Palance, de sus tres papeles en ‘La caída del Imperio Romano’... entre críticas feroces al cine español actual y la “desastrosa” televisión. Tras la sesión fotográfica, Pica vuelve sobre sus pasos directo a la habitación. Se dedicará a “mis pensamientos, las conclusiones de una vida”. 

(Las fotos que ilustran este reportaje pertenecen al Archivo de José Luis Jiménez)

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