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Cultura

El gran expresionismo pictórico

QUIERO empezar el comentario de esta exposición acordándome del que mejor ha pintado los faros en España en los últimos tiempos, el gran Eduardo Sanz, fallecido hace unos meses y quien este humilde crítico de arte tanto admiraba - de él fue la primera exposición que vio y de él el primer catálogo que conserva; él también me honró con la petición de escribir un texto para el catálogo de su exposición en el Palacio de la Diputación de Cádiz-.

No podía ser menos rendir un homenaje a Eduardo Sanz y acordarme de su figura como artista al contemplar la magnífica exposición que organizan Raquel Fernández y José Daza de la artista arcense María Luisa Rey. Y es que la obra presentada en el espacio expositivo de la calle San Pablo, sobre todo aquella que representa la costa azotada por el temporal y con el oleaje rompiendo ante la imponente mole esbelto de un faro, nos parece digna sucesora de aquella que llevaba a cabo el genial pintor cántabro.

De nuevo, María Luisa Rey nos ofrece una parte tremendamente interesante de su significativo trabajo pictórico. En los últimos años hemos asistido a una prueba de cómo su pintura experimentaba una positiva evolución. Atrás quedaron aquellas titubeantes pinturas del principio, con una más que escueta representación de negros, que pronto experimentó un radical cambio con la imagen adquiriendo suprema potestad expresiva - importantes las series de camas y bicicletas - y que siguió abriéndose paso a través de aquella segura pintura de paisaje que se conseguía mediante el ejercicio sistemático, sobre todo, en los múltiples certámenes de pintura rápida hasta donde la autora acude, casi siempre, con manifiesto éxito. De esta manera y sin solución de continuidad, María Luisa Rey ha ido quemando sucesivas etapas hasta llegar a este momento de inusitada solvencia pictórica en el que la autora acentúa el potencial expresivo hasta límites insospechados; unos límites que se traducen en una pincelada extrema, gestual, inquietante, que borra casi la representación, diluye la figuración hasta unos poderosísimos esbozos ilustrativos en forma de faros o barcos en medio de un mar de encrespada naturaleza. Al mismo tiempo, la obra de esta artista va adquiriendo una nueva dimensión, lo concreto pierde intensidad, la realidad se desprende de muchas de sus posiciones, se aprecia una considerable reducción de los contornos representativos y un aumento de los enclaves expresivos que se convierten casi en unos postulados pseudoabstractos, con signos poderosos y dicción formal contundente.

La exposición que Raquel y Jose han preparado - cuarta de esta primera temporada en la que el entusiasmo y los acertados planteamientos de ellos han contagiado cierto dinamismo artístico a la ciudad - nos conduce por esa gestual figuración de María Luisa Rey, esa potencialidad expresiva de una pintura que se recrea en sus máximos recursos formales, puestos al servicio de unos paisajes costeros donde todo queda a expensas de esa contundencia sobre la representación que aparece como en una nebulosa expresiva.

Varios magníficos faros con su estructura visual suspendida en el marasmo de un determinante oleaje que diluye lo real en un extremo compromiso plástico, así como una serie de barcos inmersos, asimismo, en la vorágine encrespada de un mar que se hace extraordinariamente bravío mediante la extrema pincelada de esta pintora. Para completar la muestra, se nos presentan varias obras que acentúan la gestualidad compositiva en unas piezas que rozan lo abstracto y pierden intensidad figurativa.

Muy buena comparecencia la de María Luisa Rey en esta exposición que vuelve a convencernos sobre una buena pintora que, todavía, nos tiene guardadas muchas páginas de buen hacer artístico.

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