LOS humanos, cuando nos vemos pillados, somos una máquina de inventar excusas. Desde el niño que rompe la vajilla y le echa la culpa al muñeco al terrorista que revienta a treinta personas con una bomba "porque eran fascistas", esa habilidad innata y humana no deja de sorprendernos. El último exponente lo tenemos en la consejera de Salud que, ni corta ni perezosa ella, le echa la culpa de los colapsos en los servicios de urgencias a la ausencia de lluvias. El aire, ya se sabe, se vicia, se llena de miasmas y, al final, acabamos pasándonos los virus como quien intercambia el vídeo de moda por el whatsapp. Que hayan cerrado plantas enteras, que no contraten médicos sino que los despidan, que los afortunados que trabajan lo hagan al 50 o al 75%, que la gente se les muera en las salas de espera y que ir a este departamento esencial le suponga al ciudadano perder (literalmente) el día eso, para su excelencia, no tiene nada que ver. Ojalá llueva, pero para que a más de uno y más de una se le aclare la sesera.