UN turista medio suele pedir poco. El viajero no suele exigir que en el Coliseo haya una pelea de gladiadores cuando acceda al mismo en su visita (a excepción de los payasos que hacen de las suyas en los alrededores), así como que de la Catedral de Sevilla salga una procesión de Semana Santa en toda regla cuando pase por allí. El turista, normalmente, ya suele disfrutar con la contemplación de lo nuevo y espera, eso sí, que si visita la ciudad de los pañuelos bordados pueda encontrarlos sin mayores problemas. Tras los grandes focos de atracción turística están acciones tales como el callejeo, la amabilidad, la calidad de la gastronomía y, sobre todo, la limpieza de las vías y el cuidado de los jardines. Hace poco que estuve en Murcia, una capital que no suena mucho como destino. Es hermosa, repleta de pequeñas calles en su centro y tan pulcra que es admirable. No pude menos que echar la vista medio millar de kilómetros atrás y sentir un desasosiego.