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Tierra de nadie

alberto Núñez Seoane

D. Alonso el manchego

ÉRASE una vez que se era, que pudo y/o podría ser, que viese la luz el próximo proyecto de nuestra muy querida, y siempre poco valorada, alcaldesa Carmena: cambiar el título del libro de Cervantes y, de paso, el monumento de la plaza de España junto con el nombre, horrible claro, de ésta.

En algo menos de lo que dura un parto normal, Carmena -a la que, por su capacidad de trabajo, su visión de futuro y sus irrefutables aciertos, se le empieza a añadir el apodo de "la grande"-, ha conseguido enamorar a los madrileños más veteranos, encandilar a los más jóvenes y atraer a todo tipo de visitantes e inversores: lo que se dice una auténtica "crack".

Padres de familia, antes ociosos y zascandiles, disfrutan ahora barriendo las calles de Chamberí o Malasaña, ¡gracias alcaldesa, nunca se nos hubiese ocurrido! Los niños, felices y agradecidos, se reúnen en la ribera del Manzanares para tirar al río consolas de videojuegos, teléfonos móviles y "tabletas", ya no las van a necesitar, parten gozosos a recoger colillas en Vallecas, Prosperidad u Hortaleza: ¡gracias Carmena!

Los seis mil madrileños que iban a conseguir un puesto de trabajo en el centro comercial y el hotel que el Grupo "Wanda" iba a construir -y gracias, una vez más, a "la grande", no va a construir ya- en el edificio "España", contentos y emocionados por no tener un empleo fijo y estable que les obligaría a madrugar, a cotizar a la Seguridad Social para asegurarse su pensión y a cargar con la tediosa tarea de tener que cobrar la nómina todos y cada uno de los meses del año; se organizan, embargados - nunca mejor dicho- por la emoción, haciendo colas para invadir el inmueble abandonado y poder así vivir tranquilos, en equilibrio con humedades, suciedad y ratas, pequeños retazos urbanos de la naturaleza pura y salvaje: ¡gracias alcaldesa!, no hallábamos el "camino" ni dábamos con el "karma", tú nos has devuelto a la calma, la del no hacer nada, y ya nos encontramos de "ocupas".

Conductores encantados con los cortes al tráfico de la Castellana, el cierre de la Gran Vía, las limitaciones a 30 por hora en la M-30… taxistas satisfechos con la vuelta de atascos históricos que ya se habían perdido en el olvido, cabalgatas de Reyes Magos con payasos -mucho más divertido- en lugar de Reyes, un portal de Belén con, por ejemplo, Carmen de Mairena en lugar de la Virgen María, vecinos agradecidos por haber recuperado lo que pensaban que nunca volvería: el aroma de la basura putrefacta acumulada, fuera de los contenedores, en aceras y calles… Unos y otros, ¡todos jubilosos, Aleluya! se preguntan cómo han sido capaces de vivir los últimos 40 años sufriendo la modernización de la ciudad, la construcción de vías radiales: M-30-40 o 50, el soterramiento de calles, la ampliación de la red del metro y autobuses, la restauración de museos, plazas, parques y monumentos…. Ahora, con Carmena, ninguna de éstas zafiedades altera la vida de los madrileños, que pueden relajarse, por ejemplo,llevando a sus niños a los didácticos y ejemplarizantes títeres que organiza la concejala de Cultura (???). Allí, confiada la formación de los pequeños a quien tiene la responsabilidad cultural de la Villa y Corte, los chavales verán ahorcar jueces, apuñalar policías, violar monjas, o dar "vivas" a ETA y Al Qaeda, dos organizaciones que se caracterizan por sus acciones "ejemplares" y sus "constructivos" ideales. Todo, muy edificante…¡Dios mío! ¿pero qué más podemos pedir?, es que no nos conformamos con nada,¡no tenemos hartura!

Pero, comentaba al principio de éste artículo sobre el que tal vez pudiese ser el proyecto estrella de la señora Carmena, algo que la podría colocar, de una vez y para siempre, en el puesto que en verdad le correspondería en la Historia -¡eh!, en la que se escribe con H mayúscula, ¡'cuidado'¡-: "D. Quijote de La Mancha" por "D. Alonso el manchego", un cambio, junto con el de otros tantos títulos o nombres "franquistas", imprescindible, por obligado. Y es que, aunque ustedes no hayan reparado en ello, aunque crean que Cervantes eligió ese título para su obra maestra, mucho antes de Franco, lo cierto es que, si durante los 40 años de dictadura el general no decidió cambiarlo, por algo sería, y ese algo tuvo que ser malo. Hay, pues, que corregir ese atropello a la libertad y proceder a poner las cosas en su sitio. Para completar la tarea y dar más relevancia a esta irreprochable muestra de progresismo liberal, empieza a tomar cuerpo la idea de cambiar el nombre de "Plaza de España" (¿España?, mejor no) por el de "Plaza de la nación", mucho más libertario y adecuado. Después, y como colofón, se derribaría el monumento sito en el centro de la plaza por otro en el que, iluminados por focos y amparados por chorros de agua, resaltasen los principios de la Corporación: las barbas del concejal Zapata, las bragas de la concejala Maestre -la de la capilla-, y los pelos de la jefa.

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