Estamos en una Feria que tiene su origen en aquellos mercados de trata de ganado. Después del negocio todas las partes celebraban bailando, comiendo y bebiendo. Como si algún gen oculto hubiera despertado en todas nuestras animadas conversaciones se cuelan debates sobre la naturaleza de los acuerdos, su necesidad y que conductas o actitudes no son propias de buenos contratistas, vendedores o compradores, sindicalistas o políticos.

Nadie en su sano juicio puede negar que necesitamos un gran 'trato', regeneración institucional, profundizar en derechos individuales y colectivos, transparencia y dación de cuentas, innovadora revisión de nuestra organización territorial. Perdimos una oportunidad y la democracia, generosa, abre una segunda ocasión para rectificar, nadie espera resultados distintos y es exigible un cambio de actitud de todos nuestros partidos.

Me enseñaron mujeres y hombres, templados en mil batallas, del valor democrático de la negociación. Dominaban el arte de la justa exigencia y el buen ceder, de la prioridad de lo importante frente a lo urgente. En Jerez son noticia los que no negocian, los que piensan que tienen derecho de machacar, zafios y cobardes, a aquellas sindicalistas que intentan crear valor común de las dificultades de nuestro Ayuntamiento.

Me viene a la memoria aquel juego de la gallina que proponía el matemático Nash, el de la mente prodigiosa. Si dos vehículos se lanzan de frente uno contra otro, cada conductor, demostrando su valentía, pretenderá hacer que sea el otro el que se aparte, pero la decisión más inteligente sería que los dos optaran por apartarse sin arriesgar la catástrofe de que ninguno lo haga. Algún político y sindicalista debía aprender de la teoría de juegos y no pensar que solo ganan si ganan ellos en un burdo y machista juego de tronos.