Jerez íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1964: la Academia, Pilar Paz Pasamar, Manuel Lora Tamayo y Antonio Añoveros
EL 20 de noviembre está lleno de recuerdos y recordatorios: es el cumpleaños de José María López-Cepero, aniversarios de las muertes de José Antonio y Franco, de la declaración de los Derechos del Niño y Día Internacional de la Industrialización de África. Salvo esto último, que sería un peligro, todo lo demás es para bien. López-Cepero verá bisnietos en una vida bien cumplida con una descendencia como la de los patriarcas bíblicos. La torpeza, tantas veces demostrada, de la II República hizo un mártir, que se podía haber ahorrado, en lugar de sembrar cizaña entre sus enemigos: Franco y José Antonio no se hubieran entendido nunca, si hacemos caso de la opinión de Rafael García Serrano en su nostálgico y divertido libro La gran esperanza. Franco murió en su cama como dictador de medio pelo tras una agonía que no deseamos para nadie, sin que los que hoy se ponen moños antifranquistas pudieran echarlo del poder.
Los niños y la declaración de sus derechos deseamos que sea para mejor. La dependencia que un niño -no un menor, que es otra figura legal- tiene de sus padres y de los mayores es tanta que se expone a graves peligros, si sus padres son desnaturalizados, o cuenta con una gran protección, si son padres normales. Otra cosa es que se habilite un teléfono para que los niños denuncien a sus padres, como en la Alemania nazi, si les dan una bofetada aislada, lo dejen sin postre o lo castiguen sin televisión o sin salir. Cuando se afina en la protección empieza la asfixia. Los padres quieren a sus hijos, sobre todo las madres, y lo contrario no es frecuente ni natural. En general, debemos confiar en que los padres se encarguen de la formación de sus hijos con escasa intervención externa. Si hay que intervenir en las relaciones familiares, habrá que tener mucho tacto y prudencia para no hacer más daño del que se intenta evitar.
¿La industrialización de África? Desde luego. Faltaría más. Nadie en el mundo debe pasar necesidades elementales, pero tengo dudas fundadas de que la mayor parte de los actuales gobiernos africanos, si sus países prosperaran, les dieran de comer a sus habitantes hambrientos, sino que se gastarían el dinero en armas para continuar esas guerras misteriosas, que no tienen fin, que no son ideológicas sino tribales, alimentadas por odios de siglos desde antes de que aparecieran por allí los europeos. Al África profunda se le dio demasiado pronto la independencia por presiones de la izquierda europea, pensando que se iban a implantar en los nuevos Estados gobiernos de izquierdas, sin dar tiempo a la formación de una conciencia nacional y a una clase dirigente con prestigio que pusiera orden en el caos. Nadie sabe como terminarán las guerras africanas de exterminio. Irán a peor. Lo mejor sería dejarlos solos mientras quede alguien por exterminar. Luego, ya se vería.
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