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HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano

No pasa nada

El terremoto de Japón ha hecho exclamar a un comentarista de prensa: "¿Qué le pasa a la Tierra?" Tranquilícense, no le pasa nada que no le haya pasado siempre desde que tenemos noticias históricas: los geólogos saben explicarnos con bastante claridad que no ha ocurrido nada insólito para lo que podría ocurrir. Nos impresionan las imágenes del desastre y los mapas apresurados de los cartógrafos, pero son catástrofes naturales que se olvidan pronto, quizá antes que las no naturales, aunque éstas también se olviden. La especie humana posee, y cada persona en particular, una enorme capacidad para olvidar lo malo e idealizar lo bueno. La naturaleza de la tierra cumple sus leyes y nosotros no tenemos nada que reprocharle, ni siquiera al hombre, que quiere dominarla del todo en todo para su provecho y bienestar. Lo único que debemos tener presente es la supervivencia de la Humanidad, aunque nos toque un día ser víctimas del sacrificio para aplacar a los dioses telúricos.

No nos han extrañado las visiones que el terremoto japonés ha inspirado, algunas imaginativas: fin de los tiempos y fin del mundo, que no son lo mismo, y los novísimos y el Juicio Final; y otras demagógicas: maltrato humano de la tierra, pruebas atómicas soterradas, capitalismo salvaje, proliferación de centrales nucleares, armas secretas y todos esos argumentos que vienen a concluir en que las leyes físicas del universo son mansas y el hombre violento. Dos frentes nos amenazan cada cierto tiempo, según sean las sectas religiosas o políticas: los avisos divinos y las consecuencias de los excesos de la ambición del hombre. Tanto unas como otras manifiestan gran falta de respeto por las leyes naturales que nos gobiernan. El daño, aún por conocer, de una central nuclear japonesa ha endurecido la caradura de los antinucleares que guardaron respetuoso silencio cuando Chernóbil, sin percatarse de que el hombre nunca se ha detenido ante el avance de sus conocimientos y ha pagado el tributo que le correspondía. También un terremoto puede reventar una presa y no han dejado de construirse desde los sumerios.

Las primeras civilizaciones históricas hacían obras para encauzar y almacenar el agua de los ríos y de tarde en tarde se rompía un muro y llegaba un diluvio o el Diluvio. Los sabeos construyeron una presa entre dos montañas y, poco antes de la era cristiana, un terremoto la reventó y se llevó por delante la supuesta capital de Saba y un valle fértil que volvió al desierto hasta hoy. No sabían nada de la energía nuclear, pero habrían construidos centrales de haberla conocido. Es preferible que nos anuncien castigos divinos y las postrimerías, a la pobreza mental y la demagogia de aprovechar la catástrofe para hacer propaganda contra las centrales nucleares. Las ideologías sentimentales son así de buenas y se han creído que los descubrimientos humanos salen gratis.

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