Alessandro Pugno también ha hecho sus deberes: su película recoge los rituales de la preparación del torero y la cría de los novillos de lidia con atención al detalle antropológico y al gesto, dejando espacio incluso para ese necesario trazo documental que los verifique y que tal vez hubiera sido el mejor de los caminos. Al menos en lo que respecta a la suerte del animal, otra cosa es ya el recorrido de un niño italiano obsesionado con la muerte que decide ser torero después del fallecimiento de su madre, tramo narrativo lastrado por un cierto esquematismo que subraya demasiado los estereotipos (el maestro, el padre machista y autoritario, el ganadero), las situaciones y conceptos (la amistad juvenil, la cobardía, el deseo de triunfo), en aras de cierta intensidad simbólico-emocional que no termina de cuajar.

Pugno intenta aunar los ambientes y paralelismos capítulo a capítulo, cerrando el plano en 1.33:1 y cuidando el encuadre y los sonidos. Lo mejor de su película hay que buscarlo en ese deseo de estilización de un mundo que se escapa por los bordes. Sin embargo, Animal | Humano anuncia y desarrolla con demasiada obviedad ese destino frente a frente en el que animalidad y humanidad buscan una hibridación o tal vez un cambio de perspectiva en el ritualizado relato de la tauromaquia.