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Festival de Jerez

"En este Festival todos los caminos se cruzan"

  • Varios visitantes cuentan su experiencia en el gran evento flamenco del año en Jerez. "Una entrada para ver esto en Estados Unidos cuesta 120 euros".

Varias cursillistas japonesas, a las puertas del Teatro Villamarta.

Varias cursillistas japonesas, a las puertas del Teatro Villamarta. / miguel ángel gonzález

El Festival de Jerez finaliza este sábado y la ciudad se ha vuelto a convertir en lugar de peregrinación para muchísimos amantes del flamenco procedentes de todo el mundo. En estas dos semanas transcurridas se oye una variedad de idiomas en las terrazas de los bares del centro y se distingue a los extranjeros por sus rasgos y sus formas. A algunos se les ve mapa en mano y hasta cámara al cuello, en busca de algún recuerdo vivo de su estancia aquí. Los hay que estuvieron y se marcharon tras una semana, y otros que aterrizaron el pasado viernes. Los cursillos que promueve el Festival se organizan de forma que los visitantes puedan aprender se queden en Jerez todos o sólo algunos días.

Dos de ellos son Gary Rayppy y William Sharpen, alrededor de la cincuentena y procedentes de Minneapolis, una gélida ciudad a orillas del nórdico lago Michigan que, por ejemplo, prevé para este próximo fin de semana una temperatura mínima de 11 grados bajo cero y una máxima de 0 grados. Se les caza a media mañana para la entrevista mientras ojean periódicos extranjeros en el kiosko ubicado junto al Villamarta. "¿A qué dedican su tiempo cuando no vienen al Festival?". "Eat, drink and sleep", dice Sharpen. Comer, beber y dormir, en español. Cuenta que la ciudad le parece "muy barata, es un destino ideal para los americanos. Hemos alquilado una casa a 40 euros la noche. En Estados Unidos costaría unos 120. Y las entradas para el teatro pueden parecer caras, pero entrar en un espectáculo así en una ciudad americana vale unos 100 dólares (unos 95 euros)", añade Rayppy. Es la cuarta vez que vienen a ver el Festival. Les encanta Jerez y la zona. Antes de tomar su vuelo, visitaron el carnaval de Cádiz y harán lo propio en Málaga. "Aquí comemos un pescado y un marisco de muchísima calidad que no se encuentra en Estados Unidos. Recomendamos Jerez a nuestros amigos allí", rematan.

Minutos antes de que comience uno de los espectáculos centrales del Villamarta, Suryong Kim, una mujer joven de rasgos asiáticos, explica que también es norteamericana, de Colorado. "Es la primera vez que vengo al Festival, aunque ya estuve en Jerez hace cuatro años", dice. "La gente es muy amable, en los hoteles hablan inglés y eso lo hace más fácil".

Su estancia en Jerez la ha pasado sola, de vacaciones, entre espectáculos y cursillos, aunque erraban de las alumnas aventajadas porque ya es estudiante del arte jondo en su país. "Allí no hay muchos flamencos. Me llevo a Estados Unidos ropa flamenca". Describe Jerez como una ciudad "pequeña, bonita e histórica". Cádiz es muy fría en este mes, pero eso, la recomendaría en verano, igual que Jerez para aquellos que no sean estrictos amantes del flamenco como ella. "No sé si les gustará tanto como a mí en esta época", resume.

Por alguna razón, todos los grupos de turistas asiáticos a los que se les pide que atiendan a 'Diario de Jerez' declina la propuesta con una tímida y desconfiada negación con la cabeza. En parte, porque en su tránsito por la plaza Romero Martínez a la entrada del teatro se ven acorralados por los encargados de repartir octavillas de tiendas de moda flamenca y de algún que otro vendedor ambulante. Tampoco se prestan dos mujeres de acento latinoamericano, que alegan, a pesar de que no hay cámaras alrededor, que no quieren que se les fotografíe.

Menos celosos se muestran dos amigos, un hombre y una joven, ambos de pelo y ojos claros, que hablan un casi perfecto castellano que oculta el acento alemán. Ella se presenta simplemente como Cristina y él como Miguel, traducciones de sus nombres al castellano. "Yo soy de un pueblo pequeñito cerca de Mannheim. Es la primera vez que vengo, pero me ha enamorado la atmósfera, la gente... Todo, es un festival precioso", relata Cristina, quien se confiesa enamorada del flamenco desde hace más de dos décadas. "Aquí se vive como en familia, es todo muy cercano. En Jerez, todos los caminos se cruzan". Miguel añade que está de acuerdo en eso de que es un festival familiar. "En la Bienal de Sevilla, sales de un espectáculo en el Lope de Vega y te marchas. Aquí siempre sabes dónde están pasando las cosas. Vas a un tabanco, a una peña... Todo está muy cerca, eso es muy bueno". Detrás del buen castellano de Miguel se esconde que ha vivido "15 años por Andalucía. Yo llevo una vida de ida y vuelta", como los cantes. "Estos días me quedo en casa de amigos y cuando acabe me daré una vuelta por la costa".

Este hombre de mundo comprende que a menudo los propios jerezanos no sean los más conscientes del patrimonio cultural que poseen. "Lo tienen todo muy a mano durante el año. Si la Manuela Carpio (sic) baila un día en el Villamarta, también la pueden ver por la ciudad otros días".

La procedencia de los visitantes vuelve a ser predominantemente Alemania, Francia y Japón. Los organizadores del Festival incluso señalan que este año se han inscrito dos kazajos y un singapurés. "Suelen decir que están bastante contentos con la ciudad". En total, desde el Villamarta se afirma que a los cursillos asistirán unas 700 personas de todo el mundo. El flamenco, porque es un arte, es un idioma que no necesita de traductores. La gran huella que deja en sus variados aficionados así lo atestigua.

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