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Orientaciones y estrategias de psicología

Estimular la competitividad como estrategia para despertar interés

  • Hay que tener mucho cuidado para que la estimulación no se convierta en un arma de doble filo y genere sentimientos de fracaso, por lo que los retos que propongamos al alumnado deben ser acompañados de metodologías para poder superarlos

Estimular la competitividad en ocasiones puede ser una estrategia para conseguir despertar el interés del alumno por las tareas escolares.

Nos resulta difícil resistir la tentación de recordar a nuestros hijos o alumnos las buenas notas que han sacado sus compañeros, hermanos, primos o vecinos, cualquiera que tengamos cerca y que tenga un expediente brillante puede servirnos. Sin embargo, lo que puede ser una estrategia que nos sirva para motivar al estudiante, puede convertirse en un arma de doble filo, ya que puede promover sentimientos de fracaso.

De esta forma, no solo no conseguirá servir de estímulo, sino que por el contrario puede conseguir el abandono total de alumno y la renuncia al estudio.

Más rotundo y claro será este abandono cuanto menos posibilidades vea el alumno de poder alcanzar a su contrincante. Para entendernos, ¿quién se esforzaría en tratar de alcanzar a pie a alguien que va en coche?

No es que tengamos que pensar que es un error marcar retos a los alumnos o provocarlos, sino que estos retos deben encontrarse dentro de lo que el alumno puede alcanzar.

Sólo marcándoles unas metas que ellos consideren alcanzables podremos conseguir crear motivación.

Tan solo una vez que el alumno ha valorado como creíble el objetivo propuesto, iniciará esta supuesta competición.

Este cambio puede ser impulsado con la promesa de alguna recompensa que ayude al alumno a creer en sus posibilidades. Es entonces cuando podemos ayudar al alumno a mejorar su rendimiento académico, enseñándole a estudiar, a conocerse bien a sí mismo y sus posibilidades, a competir por un buen rendimiento académico apoyándose en los compañeros y no viéndolos como adversarios, a ver en los profesores y familiares facilitadores de su educación y no castigadores.

Es de suma importancia valorar cada progreso, reforzando y valorando el esfuerzo y no esperando las calificaciones finales.

Y así, continuamente reconociendo lo que consigue el alumno, conseguiremos generarle confianza en sí mismo y capacitarle para imaginar la posibilidad de alcanzar un destino mejor aunque sea más complejo.

Por tanto, la competición debe ser con uno mismo, debe ser una forma de crecimiento personal, que gradualmente nos permita acercarnos a las metas que nos hemos propuesto.

Por último, no debemos olvidar de que los afectos no deben depender de los éxitos académicos de nuestros hijos, es decir tenemos que evitar que ellos puedan pensar que los queremos más si aprueban que si suspenden. Esto, además de las consecuencias negativas que podría generar en las relaciones, impediría la interiorización de la responsabilidad del estudio, esforzándose más para satisfacer a terceras personas que a sí mismos.

Centro de Psicología Diez

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