Pasaban siete minutos de las seis de la tarde cuando el matador Juan José Padilla, vistiendo un cuidado terno negro, accedió al auditorio del campus de Jerez donde fue convocado para recibir el homenaje de las escuelas de tauromaquia de Andalucía. El acto, que se enmarcó dentro de la XVIII Aula Taurina, comenzó con todo el auditorio en pie aplaudiendo al torero apenas unos días después de que volviera a ponerse delante de un toro. En la mesa presidencial le esperaba un perfecto repertorio de políticos aficionados a la fiesta nacional, caso del presidente del Senado, Pío García Escudero, la senadora y alcaldesa María José García Pelayo, el diputado Aurelio Romero, el director general de Espectáculos de la Junta, Luis Partida, y la vicerrectora Marina Gutiérrez.

No fue el primer momento en que Padilla recibió el aplauso de los asistentes. Antes de que Pío García Escudero ofreciera una ponencia sobre ‘El presente y el futuro de la fiesta de los toros’, fue el presidente de las escuelas de tauromaquia andaluzas, el también jerezano Eduardo Ordóñez, quien  glosó la figura del maestro. Para ello, un montaje de vídeo recorrió los grandes momentos en la vida de Padilla. Concluyó y la alcaldesa le entregó la distinción que depositó en sus manos el propio Ordóñez. Tras la foto de rigor y recuerdo, Padilla se acercó al atril para confesar que “aún sigo emocionado por tantas muestras de afecto que sólo tengo palabras de gratitud, tanto a los aficionados como a los avances de la Medicina cuyos efectos he visto en mi propio cuerpo. A lo largo de mi carrera —destacó— he conocido el alcance de los triunfos, y también el de los percances. Los que me rodean saben que el toreo es mi felicidad. Y puedo decir que he sido recompensado. Me queda mucho por disfrutar con este ojo. Sé que el sufrimiento es parte de la gloria”. Sobre este último extremo, la gloria, Padilla dijo haberla rozado en Olivenza, “pues aquello fue tocar el cielo con las manos y estar con Dios”. Orgulloso de que  “mi pueblo de Jerez esté conmigo” bajó del atril recordando que el día 16 tiene una cita en Valencia poniéndose su “amor por el toro” como montera y recordando a los numerosos jóvenes y niños aficionados los toros que “esta profesión que tan feliz me hace tiene una gran virtud: es muy recompensada para quien la desempeña”.

El acto concluyó con la ya referida ponencia de Pío García Escudero, quien tuvo como presentador al diputado nacional  Aurelio Romero, quien usando símiles taurinos convirtió el auditorio en un coso, elevó a los oyentes a la condición de espectadores y auguró —no se equivocó— la gran faena que el presidente del Senado iba a desarrollar.

Tras el obligado ‘Que Dios reparta suerte’ de su presentador, el ponente analizó el presente de la fiesta de los toros de una forma tan rápida como tajante: “Jamás ha estado tan amenazada y atacada por motivos políticos”, dejando clara su opinión de que mientras en Cataluña se permiten festejos que maltratan al animal como los ‘correbous’ “a la  fiesta de los toros se la prohibió porque es un festejo que se identifica con España”.

Sobre el futuro dijo que “la solución pasa por  cuidar al público y a las nuevas generaciones porque, si no es así, la fiesta podría  decaer y peligrar”. En todo momento defendió el toreo como un arte que “como tal debe ser protegido por la Administración”.