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Jerez

La costa Este de la provincia

Dedicado a Paco Toro, quien hace unos veranos celebró mi crónica en este Diario, sobre el paso del Estrecho de los atunes y las almadrabas de la provincia y de quien esperamos los aficionados a su pintura, una nueva exposición. Recomiendo a los lectores tres excursiones, de una jornada cada una, por los lugares más exclusivos de la costa Este gaditana.

Estrabón ya comentaba sobre Bolonia en el año 18 d.C.: "Baelo es un puerto donde generalmente se embarca hasta Tingis (Tánger). Es también un emporio que tiene fábrica de salazones…". A Bolonia se tarda sólo una hora y media desde nuestra cuidad, si se sale antes de las 11 de la mañana y se aconseja regresar antes de las 7 de la tarde, para evitar horas punta y caravanas. Se aparca junto a las ruinas romanas y hay una caminata, ligero de equipaje - excepto el termito de Oloroso para después del baño o la media de Fino helada- hasta la duna y rocas de poniente donde el agua de la mar es azul y paradisíaca. Las personas más mayores pueden tomar el aperitivo en una mesa o bajo una sombrilla del chiringuito, hasta las dos, que es la hora apropiada para subir a Betis y Betijuelo, en la Sierra de Levante. A estos dos poblaos se accede por una carretera vecinal a monte a través o saliendo a la carretera general y en el kilómetro 73,4 hay unos postes blancos de mampostería que llevan hasta el restaurante 'El Tesoro', cuya vista de la playa de Punta Paloma y del Estrecho es única. Como sus ensaladas elaboradas y su pescado de mercado que borda el chef-propietario o la paletilla de cordero y el entrecote de retinto asados por una cocinera marroquí. La maître colombiana completa la globalización. Para los que no conducen, la cerveza de la Alhambra o el tinto del 'Cortijo Jara en madera' son muy recomendables. Luego se puede tomar café en Tarifa en algunos de sus múltiples establecimientos, como la 'Posada la Sacristía'. Sus tiendas y lugares juveniles son agradables todos los fines de semana del año. Tampoco debemos olvidar el local del 'Manteca', con su lomo metido en ídem., y su sobre apodo 'El sabio de Tarifa', más popular desde sus apariciones en el programa de Jesús Quintero.

Como de tesoros anda la crónica, me contaron que de un submarino alemán, en los años cuarenta, descargaron un fabuloso tesoro de lingotes de oro en la privilegiada loma que rodea la playa hoy llamada de Los Alemanes. Otros me contradicen con que fueron unos jinetes alemanes que recorrían la península quienes primero allí se establecieron. Prefiero la primera versión, pues "si non e vero e bien trovato". En todo caso, es un tesoro estar al mediodía bajo el faro Camarinal en las arenas gordas de Zahara de aguas traslúcidas. Y es acertado haber reservado una mesa - ya bien vestidos- alrededor de las tres de la tarde en Antonio, justo pasado Atlanterra, cuya barra con pescados frescos y variados es otra respetable opción para un rengue, no se escribir en alemán piscolabis, pero en todo caso 'profit!', con una botella de fino.

Barbate me gusta por sus salazones y por el recuerdo en los ruedos de Paquirri, que tenía los ojos del color del nombre de la cala más bonita de su pueblo: la Cala de la Hierbabuena que limita con la pinada que le separa de Cabo Trafalgar - donde los servidores de telefonía españoles son remplazados por las operadoras marroquíes. Antes de llegar a Los Caños, hay un hotel con el mayor palomar romano del Sur. En el centro de Los Caños recomiendo - para los mas atrevidos- una jaima donde sirven un mojito ligero. Si se quiere hacer el respetable llévese consigo un ejemplar de Trafalgar, de don Benito, pasará desapercibido en su lectura entre la movida, hasta la hermosa puesta del sol sobre el faro.

Y ya acercándonos a Conil, que además de su huerta y el muelle pesquero, me gusta comer en la vecina playa de El Palmar, (que pertenece a Vejer) en el restaurante Francisco, donde desde unos ventanales sobre el mar abierto se pueden tomar los mejores guisos marineros, servidos por una plantilla de camareros profesionales de corbata. O hacerlo en el Mirador del Roqueo con su lomo de atún con ibérico. Y terminar la excursión con un té helado, pues no hay café, en la terraza de la playa del tradicional Hotel Los Flamencos ya cercano a la Cala del Aceite.

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