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Jerez

De gran estirpe rociera

  • La Concha se llenó de jerezanía rociera con Isaac Camacho y cantes que supieron a la inminente romería

Como viene siendo habitual en los últimos años, el pregón del Rocío de Jerez, pronunciado ayer por la noche en la bodega La Concha, nos ofreció un compendio de recuerdos, vivencias, emociones y de nombres propios del rocierismo al que, según el que tenga el turno de proclamar la romería, abarcarán periodos distintos, emociones distintas; gente diferente y otros rocíos que quedan lejos en el tiempo pero muy cerca del corazón del pregonero, que volvió a ser alguien de aquí.

En este 2018 subió al atril de la bodega, completamente llena, Isaac Camacho O'Neale, ex hermano mayor de la hermandad, que dejó el cargo al actual Raúl Rodríguez. Camacho pertenece a una estirpe rociera que tiene a su padre como gran referente en ese recorrido devocional a la Virgen y al trabajo en la hermandad. El pregón de Isaac, que hasta el sábado no poseía ninguna experiencia en los atriles pregoneros excepto haber presentado a Rafael Mateos, lo ha trabajado con esmero, dejando claro que fue la proclamación de un rociero comprometido y cuajado de vivencias y experiencias, que de estas acumula una carreta llena hasta arriba. Dejó caer algunas, entrever otras y contar otras más, usándolas como argumentos para introducir pasajes más íntimos, como fue el arranque del pregón con unos versos dedicados a su padre, momento adornado con la voz de Josemari.

La ilustración musical fue protagonista hasta en seis ocasiones con las guitarras de Lupi y Vallejo, y voces de los habituales del camino; aquellos que se hicieron llamar el 'coro de la cárcel' por la invitación que le hizo el obispo a cantar en un centro penitenciario, algo que todavía no ha sucedido. No pasó por alto la exaltación al carro, un signo característico y seña de identidad que es un tesoro de la hermandad, del mismo modo que puso en valor la figura del carrero. Carros y carreros, dos de los encantos que para Camacho tiene el camino de Jerez. Confesó el por qué de su fe rociera usando para ello, entre otros argumentos, nombres propios de rocieros que aún siguen en la rodá de la vida y de otros que ya no están como Anton Mateos, cuya hija Rocío fue la presentadora; la labor de Jaime González Gordon y su constante ayuda a la expansión del rocierismo, al tío de su esposa Álvaro Domecq, impulsor de la actual hermandad y, por supuesto, a su gente a la que se reúne cada año desde hace muchos en la mítica casa número 1 de la calle Almonte.

Aspectos para él imprescindibles es el crecimiento de la hermandad se encuentran en los ámbitos de juventud y el de los peregrinos de a pie, a los que dedicó cariñosos guiños. Entró en materia espiritual para resaltar el valor del Pentecostés y de la acción del Espíritu Santo, tan unido a esta fiesta aunque muchos no se preocupen en ahondar en el significado real y litúrgico de la causa de esta movilización mariana, abogando porque se superen los malignos estereotipos que han intoxicado la verdad y la pureza de la celebración. El rezo del Rosario, las misas en el camino, el rezo del Angelus, todo guarda para el pregonero una importancia suprema frente a la secularización de la fiesta.

Entre los recuerdos que trajo al presente, destacó uno que la mayoría del aforo de La Concha aún recordaba, aquellas parada a mediodía en Los Ánsares, antes de que se cambiara por la actual misa del viernes. La clásica oración de media mañana contaba con la presencia de un numeroso grupo de rocieros malagueños que de la mano del guía del Coto Antonio Jarilla iban hasta el lugar, que se transformaba en una suerte de pugna por cantar al Simpecado, porfía en la que Jarilla ofrecía algunas de las más hermosas letras de sevillanas dedicadas a la Virgen. Tan buen recuerdo guarda Isaac de aquello que se llevó el arenal de los Ánsares hasta La Concha para recrear esa porfía de cantes por sevillanas y fandangos en las voces de sus amigos Juan Nicolás Márquez y Manuel Márquez, ambos de Huelva, participando en la alegre disputa Josemari. Ni que decir tiene que este pasaje puso al público en pie.

Pero siempre Ella, la Virgen ante la que se postró como si estuviera ante su reja para rezarle. El regreso a casa fue poniendo el epílogo a este pregón pleno de sentimientos y de rocierismo rancio y de estirpe que solo unos pocos, como Isaac Camacho, pueden ser capaces de entonar.

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