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Jerez

Un hito muy jerezano

  • El casco griego del Guadalete se marcha al Arqueológico Nacional a una muestra que celebra los 150 años de arqueología en España

Una gratificación de 50 pesetas es lo que se llevó el obrero Francisco Torrejón Pizarro por donar a la Colección Arqueológica Municipal un casco que había hallado entre la maleza de la orilla izquierda del río Guadalete, en un meandro entre La Corta y El Portal. Era el año 1938. El entonces director del Museo de Jerez, Manuel Esteve, tuvo el acierto de reconocer desde el primer momento el interés de esta pieza, lo identificó como un casco griego arcaico del siglo VII a. C., y lo adquirió para dicha colección, aunque reconoció que las gestiones para ello fueron "muy lentas y dificultosas". Luce con su pátina verde de la solera del tiempo en una de las salas del Museo, y esta semana marchará a Madrid hasta abril para formar parte de la exposición 'El poder del pasado. 150 años de arqueología en España', exposición que pretende celebrar el proceso de construcción de la arqueología española coincidiendo con el 150 aniversario de la fundación del Museo Arqueológico Nacional (MAN), pero también del nacimiento de la red de museos arqueológicos españoles. Se mostrarán 150 objetos o conjuntos, procedentes de 68 instituciones colaboradoras, verdaderos iconos del pasado, que plasmarán una visión general, actualizada y crítica de la construcción de nuestro pasado desde la arqueología: una historia material del pasado de España. Se celebrará del 3 de octubre al 1 de abril en el MAN.

Según explica Paloma Cabera Bonet, Museo Arqueológico Nacional, invitada en su día para hablar de la obra en el ciclo 'La pieza del mes' del Museo jerezano, organizado por la Asociación de Amigos del Museo, "es un casco elaborado a partir de un único núcleo metálico de bronce batido a martillo, con un grosor de las paredes muy uniforme. Es más alto que ancho, con la calota redondeada y las paredes verticales. La línea superior e inferior de los ojos es por igual recta y muy abierta. La parte protectora de la nuca cae marcadamente en vertical, casi ajena a la ondulación de la cabeza, salvo una breve curva que se insinúa ya en su remate. Su borde inferior forma una línea recta que apoya plenamente sobre el suelo. Está rodeado por una línea de perforaciones a las que iría cosido un forro protector de cuero que dulcificará la aspereza del metal y amortiguará a su portador el impacto de los eventuales golpes. Presenta restos de tres grapas de bronce, una en la nuca, en el plano Sagital, y dos en la parte superior, a ambos lados del mismo, que han sido interpretadas como sujeción de la cimera. Un casco que no sólo garantizaba la protección de la cabeza del guerrero sino a convertirse en uno de los elementos más visibles de la panoplia, al estar en ocasiones coronado por un penacho, siendo así rápidamente identificable en el campo de batalla.

"Algunos autores lo han relacionado con la llegada de Coleo de Samos a Tartessos hacia el 638 a. C, viaje que es mencionado por Herodoto en un pasaje de su 'Historia', si bien el hecho de tratarse de un hallazgo aislado y sin contexto no permite hacer adecuaciones históricas mecánicas y es que fue hallado en un momento muy posterior a la fecha de fabricación del casco y, posiblemente, a la de su deposición en el río Guadalete", cuenta la directora del Museo Arqueológico Municipal, Rosalía González, que detalla que cuando se hizo cargo del centro, en 1982, el casco tenía todavía en su interior restos de arena y no se había tocado nunca. Fue restaurado en el Instituto Central de Restauración de Madrid donde se analizó en profundidad.

El casco se encuentra prácticamente completo, a falta de la espiga nasal. Presenta una perforación en la parte izquierda de la frente y una grieta que corre desde aquí hasta el orificio ocular del mismo lado, que podría dar idea de que quien lo portó murió por un fuerte golpe. "Nuevos tiempo nuevas interpretaciones. La arqueología no es ajena al tiempo en que vive. Cuando fue hallada, en 1938, se pensó en aquel pobre guerrero griego que había muerto en aguas del Guadalete. Pero con posterioridad se estudia que empieza a haber muchas ofrendas, en Grecia, de cascos que se ofrecen después de un viaje que ha sido exitoso. Y para que no se vuelva a utilizar se inutiliza rompiéndole el nasal y agujereándolo", explica González. Así que ahora se está más de acuerdo en que es más una ofrenda que se realiza a los dioses de las aguas en río y puertos por un viaje exitoso en lo que seguramente era la zona de Tartessos.

Pero, ¿quién lo llevó?, ¿lo llevó un indígena tartéssico, un griego, un fenicio...? "No sabemos. Pudo ser cualquiera de los tres. Hoy es el casco más antiguo del que se tiene constancia en la Península Ibérica", apunta González, que recuerda que en Andalucía hay tres cascos más: el casco griego de tipo corintio de la Ría de Huelva, del siglo VI a. C, custodiado en la Real Academia de la Historia; el casco corintio tardío encontrado en la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar, de mediados del siglo VI a. C., y que está en el Arqueológico Nacional; y en tercero hallado en un enterramiento en Málaga, siglo VII-VI a.C. "Pero los cascos corintios también han aparecido en algunas tumbas de los Balcanes y de Macedonia, en sepulturas etruscas, y en una tumba de la necrópolis fenicia de S. Antioco, en Cerdeña, lo que indica que, además de los griegos y los etruscos, también los fenicios los utilizaron. La posibilidad de que los cascos griegos pertenecieran a marinos o mercenarios griegos es la que, hasta ahora, se ha manejado con más frecuencia", subraya Cabera. "De los 14 cascos recuperados hasta la fecha en la Península Ibérica, el de Málaga es el único que no procede de un contexto fluvial", apuntan en el amplio estudio sobre la restauración del casco malagueño Constanza Rodríguez Segovia y Esther Núñez Pariente de León del Centro de Intervención del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH).

Aunque la antigua Grecia conocerá una gran variedad de tipos de cascos, será sin embargo el casco corintio, originario del Peloponeso, el que goce de mayor celebridad y longevidad, pues será utilizado de manera regular desde fines del siglo VIII a.C. hasta comienzos del siglo V a.C., cuando al evolucionar las técnicas de combate se prefieran otros cascos más operativos.

González destaca que la marcha temporal del casco griego jerezano a Madrid es algo "excepcional porque nunca ha salido de Jerez, y eso que se ha pedido en varias ocasiones. Hay que recordar que el casco es además el símbolo de los premios 'Ciudad de Jerez'. Sin duda, este casco es un hito para la historia y un hito para la ciudad".

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