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Cultura

Elegir entre la justicia o la familia

  • El año cinematográfico se abre el mismo día 1 de enero con una película sobre la corrupción en el cuerpo de policía de la ciudad de Nueva York y las decisiones que ha de tomar un honesto detective

La ironía que este título podría haber sido el primero en abrir el fuego antes de los que hemos citado previamente. En efecto, el guión estaba listo para entrar en producción en una fecha tan temprana como 2001, pero fue una de las víctimas artísticas del 11 de septiembre. Los productores consideraron que tras la tragedia vivida por Nueva York esta historia que habla de corrupción en su cuerpo de policía no era adecuada, cuando los informativos hablaban constantemente de los héroes uniformados. El proyecto, que en principio iban a protagonizar Hugh Jackman y Mark Wahlberg, pasó al cajón hasta que en 2006 por fin pudo rodarse. Al contrario que otras películas en esta situación, no pasó de mano en mano, sino que su guionista y director previsto en 2001, Gavin O'Connor, se encargó de llevarlo a cabo. Pero entonces otro problema empresarial se cruzó en el tortuoso camino de Cuestión de honor. Es una producción de New Line, el estudio que se arruinó tras el fiasco el año pasado de La brújula dorada -el que financiase la trilogía de los anillos no le sirvió de nada- y su estreno se demoró hasta dos años después. Con la consecuencia que esta historia puede sonar a ya vista cuando fue pionera.

Colin Farrell y el gran Edward Norton son ahora los protagonistas de esta historia que a Gavin O'Connor le coge muy cerca, pues él mismo es hijo de un policía neoyorquino. Curiosamente, su hermano gemelo, Gregory, es el productor de la cinta y coguionista, con lo que la historia que presenta Cuestión de honor puede ser muy sentida para ellos dos. El veterano Jon Voight, injustamente más conocido recientemente como el padre de Angelina Jolie que por su carrera en el cine, completa al trío protagonista. La trama nos presenta a un prometedor detective de policía que a pesar de ser el hijo de uno de los jefazos del cuerpo se halla en el departamento de personas desaparecidas, donde fue voluntariamente tras un caso que comprometió su honor. Sin embargo, su padre le convence de que se ocupe de una emboscada donde han muerto cuatro policías, pertenecientes a una unidad dirigida por su propio hermano y donde trabajaba también su cuñado. La investigación puede acarrearle graves consecuencias, pues llega a la conclusión de que los agentes fueron muertos por los narcotraficantes a los que perseguían y que algún policía los tuvo que vender a los asesinos. Cuando las pistas apuntan a sus familiares como los delatores, el detective tendrá que elegir entre la lealtad a la ley o a los suyos.

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