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Tribuna de opinión

Historia de la biblioteca popular que Jerez dedicó a Cervantes un 23 de abril de 1873 (IV)

ENTONCES, igualmente consciente del contexto propio de un Ayuntamiento popular, tomó la palabra Francisco de Cala, el Director del Instituto Provincial de la ciudad, para hacer una breve intervención -que el Acta que venimos comentando recoge al pie de la letra- relativa al fomento de "las letras y las ciencias", una intervención elogiosa tanto hacia la apertura de la nueva Biblioteca como hacia la protección de los establecimientos de educación y al otorgamiento de premios a "los adelantos de la niñez", aunque, no lo olvidemos, hubo que buscarle un nuevo sitio a la escuela llamada de San Dionisio que ocupaba el Cabildo Viejo para poder acondicionar la nueva Biblioteca.

El Director del Instituto, efectivamente, estaba contento con el alcalde y la razón de ello era que no solamente se había abierto la Biblioteca o premiado a alumnos, sino que se había dado orden de desalojar el local donde había de trasladarse el instituto que Cala dirigía, finalizando así, con fina crítica, su intervención: "El día que esto se verifique será para Jerez de tanta gloria como el que hoy celebramos".

Terminada esta intervención de F. Cala, hizo uso de la palabra Juan Miró, catedrático y secretario del dicho Instituto. Comenzó su alocución equiparando a Cervantes con los autores de la Ilíada, la Eneida y la Divina Comedia, y señalando que el principal mérito de todos ellos está en que los pueblos, al paso del tiempo, van asumiendo como suyas sus frases y locuciones. Juan Miró citó a los más eminentes cervantistas del momento: Hartzembusch, Fernández Guerra y Benjumea, así como al célebre Antonio Latour, autor del Viaje por Andalucía (1848), conocedor del itinerario de Cervantes por Andalucía. Miró abrevia ante la concurrencia y centra su discurso en tres asuntos: "la obra inmortal", "el ilustre escritor" y esta "noble ciudad".

En cuanto a El Quijote Miró señaló, de entrada, sus dos grandes valores, a saber, que es de muy "agradable entretenimiento" y que proporciona "útiles y muy sanos consejos". Citando a un autor muy poco conocido ya para nosotros, Saint Evremond (1613-1703), Miró daba a entender que el quid profundo del Quijote estriba en la gran habilidad de su autor para hacer pasar al "hombre más loco de la tierra" por "el más entendido y más conocedor de las cosas del mundo". Luego, citando la obra Origen, progreso y estado actual de toda literatura (1782-1799), del humanista cristiano Juan Andrés (1740-1817), Miró resaltaó la gran imaginación de Cervantes, la verosimilitud de sus narraciones, "la amenidad del estilo y el fino gusto y sano juicio de Cervantes".

En cuanto a Cervantes mismo Miró destacó, además de su "actividad y amor al trabajo", "su carácter noble y generoso y su resignación y sufrimiento en las muchas desgracias que experimentó durante su azarosa vida", así como "su valor le llevó a la guerra, donde también se distinguió" y padeció, en Lepanto, en 7 de octubre de 1571, la causa de un brazo izquierdo lisiado para siempre. Miró, exaltado, remataba diciendo: "a semejanza del divino Homero, fue poco estimado durante su vida, anduvo errante y murió pobre, aunque tuvo un ingenio privilegiado y escribió una obra que será la admiración de las edades".

Y en cuanto a la ciudad de Jerez Miró ultimó su discurso del 23 de abril de 1873, justo en el 257 aniversario de la muerte de Cervantes, haciendo una alusión, cómo no, a la importante traída de aguas (1869) y la Plaza del Arenal, entonces "adornada con ocho palmeras y tres soberbios surtidores de aguas potables", así como recordando, a la vieja usanza de los cronicones laudatorios, viejos y más o menos legendarios hechos de armas de la baja edad media en los que Jerez participó, además de la fama de la cría de caballos, el nuevo ferrocarril, y ahora, sumándose a estas glorias, la nueva Biblioteca.

Y tras Juan Miró tomó la palabra, haciendo uso de un estilo retórico típicamente decimonónico, el ingeniero agrónomo "e individuo de la Junta Local de Instrucción Pública" Gumersindo Fernández de la Rosa, quien comenzó su intervención haciendo una encendida loa del papel de la educación en todas las sociedades: "solo en su puro ambiente, solo en su rica y saludable atmósfera, es donde puede vivir la libertad, donde crecen vigorosos los gérmenes del bien, donde brilla más clara la luz de la verdad, donde respira el alma humana la esencia de su altísimo origen". Gumersindo defendió la democratización de la educación y de los conocimientos científicos clamando por el tiempo en que "el cultivo de las facultades intelectuales deje de ser una preferencia a pocos otorgada", no sin dejar de referirse a que es la divina frase "dejad que los niños se acerquen a mí" la que en verdad impulsa el avance de la razón, la ciencia y la educación en sus tiempos. Gumersindo apostó en su discurso por "la instrucción primaria obligatoria" para todas las clases sociales e, inteligente, hizo alusiones directas a la negativa influencia de la iglesia católica, en ciertas épocas, sobre los avances científicos. Resumió así la vida, la personalidad y la obra de Cervantes: "Criado del Cardenal Acquaviva, herido y manco en Lepanto, cautivo y esclavo en Argel, donde debió la vida al respeto quo inspira siempre el talento, maltratado y preso en Argamasilla, juguete de la necedad y de la envidia., luchando siempre entre la necesidad y la honra, es Cervantes un grande ejemplo de que por ruda que sea la batalla, al fin siempre el triunfo pertenece a la ilustrada constancia, al incontrastable predominio del génio".

Su retórico canto a favor de los benéficos influjos de la Cultura sobre la Justicia traen ecos del socialismo utópico de antaño: "No hay un problema social, no hay una necesidad humana, que resolverse pueda sin el auxilio de la ciencia; solo ella alcanza a remediar, o disminuir al menos, esas múltiples y fatales manifestaciones del mal sobre la tierra, que no se atajarán, ciertamente, por utópicos remedios ni empirismos engañadores; pero sí por las invenciones del genio, por los procedimientos del arte, por los progresos de la razón y su constante desarrollo en el espíritu de la humanidad", diciéndoles directamente a los niños: "A la sombra apacible y bienhechora del árbol del saber, ha de cobijarse algún día todo el dolor humano; sus efluvios endulzan todas las amarguras; y el perfume de sus flores se derrama más puro y deleitoso en medio de las oscuras brumas del pesar, cuando nublan la frente el desaliento y la angustiosa duda".

Y a continuación, con lo que el Acta califica de "incidente", intervino Luis Coloma, por la redacción del periódico El Porvenir, quien criticó que "había extrañado no ver escrito en la lápida colocada en la Biblioteca el nombre del Ilmo. Sr. Obispo de Sigüenza D. Juan Díaz de la Guerra, que en 1793 donó a la Iglesia Colegial de esta ciudad su Biblioteca, cuyos volúmenes servían de base a la que se había inaugurado". A lo que el alcalde le contestó públicamente que ya ese nombre figuraba en el libro registro de donantes y que, además, se tenía pensado colocar un retrato de dicho obispo en la sala principal de la nueva Biblioteca.

Seguramente el alcalde no estaba pensando en los encendidos ideales de Luis Coloma, sino en otras cuestiones más perentorias, como los jornales que dio la Biblioteca. Sabemos, por El Guadalete de 25 de abril de 1873, que los gastos causados por la traslación de la Biblioteca Municipal fueron, entre 31 de marzo y 6 de abril, de 8 pesetas y 50 céntimos, generando 1 jornal de a 16 reales de vellón y 2 jornales de a 9 reales de vellón cada uno, es decir, un total de 34 reales de vellón por 3 jornales, a saber, las 8,50 pesetas, pues en ese momento un real era un cuarto de peseta. En posteriores números de El Guadalete, y en el período de obras públicas que tuvo lugar entre 7 de abril y el 27 del mismo mes, el gasto sube otras 228,75 pts, lo que hace un total, sumando las otras 8,50, de 237,25 pesetas entre 31 de marzo y 27 de abril.

Cristóbal Orellana es Responsable Técnico del Archivo Municipal de Jerez

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