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Lectores sin remedio por Ramón Clavijo y José López Romero

Profesores

"Basta un profesor -¡uno solo!- para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar a todos los demás." Ésta es una de las muchas frases, párrafos enteros a veces, que he ido subrayando a lo largo de mi lectura de Mal de escuela, un libro al que como tantos llegué por casualidad y ahora no dudaría en recomendárselo a todos aquellos que se dedican a la enseñanza. Daniel Pennac, su autor, confiesa desde la primera hasta la última página que durante sus años de escolar (primaria y secundaria) fue un auténtico "zoquete" (palabra que él mismo utiliza para autodefinirse), hasta el punto de que sus padres temieron muy seriamente por su futuro; un futuro más que incierto ya en aquellas lejanas décadas de los cincuenta y sesenta del pasado siglo, y hoy más que gris, totalmente negro para la juventud que decide quedarse al margen de la formación necesaria para entrar en un mercado laboral cada vez más exigente. Esos mismos jóvenes que Daniel Pennac ha ido, ya como profesor de lengua francesa, intentando salvar de su ignorancia, que es lo mismo que decir de un destino condenado a convertirse en parias de la sociedad, porque un solo profesor -¡uno solo!- basta para salvar a muchos jóvenes. Y nadie mejor que Pennac comprende al alumno al que le cuesta estudiar, asimilar los más elementales conocimientos, como de la misma manera admira a los inteligentes, a los que ponen todo su esfuerzo por llegar a la meta, los que se autoexigen con tal de alcanzar sus objetivos. El libro está lleno de anécdotas tanto de su vida como escolar, como de su labor docente, que le sirven para criticar a veces la actitud de los padres ante los problemas académicos de sus hijos; a la propia familia, en cuyo seno se van gestando las dificultades que después aflorarán en el colegio; a la televisión y su poderosa influencia en la creación de necesidades en la juventud; a los propios alumnos, que buscan siempre la justificación fácil a su falta de voluntad y esfuerzo; a los políticos y los cambios en los sistemas educativos; a la sociedad en general; pero por supuesto también a los profesores, a aquellos que escurren el bulto de sus responsabilidad, a los que no se implican en su trabajo, los que se quejan siempre de los alumnos que tiene. Y, por el contrario, brillan en su recuerdo como "perlas raras" (así llamaba un profesor a sus alumnos excelentes) aquellos compañeros y compañeras, como "la señorita G." que "con silencioso asentimiento" (uno de los mejores recuerdos como profesor de Pennac) admitía a alumnos extremadamente conflictivos, o aquellos profesores que sí supieron inculcarle el amor por las Matemáticas, por la Historia o por la Lengua. "Basta un profesor -¡uno solo!- para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar a todos los demás." Muchos queremos ser ese profesor, otros se lo creen, pero algunos (afortunadamente sólo "algunos") ni lo intentan; para éstos, como dice Pennac, el olvido.

José López Romero

Libros recomendados:

El otoño del Renacimiento (1550-1640)

William J. Bouwsma. Crítica, 2001.

Incluido en la colección Letras de humanidad de la prestigiosa editorial Crítica, y con el emblema "festina lente" ("apresúrate despacio") al que acompaña el sello de Aldo Manuzio del cangrejo que atrapa a la mariposa, se presenta este ambicioso trabajo del profesor emérito de la Universidad de Berkeley William J. Bouwsma. Y lo calificamos de ambicioso porque intentar explicar el declive del Renacimiento (su "otoño", en recuerdo del magnífico estudio sobre la Edad Media de Johan Huizinga) a través de sus claves culturales y en los países que significativos no es tarea ni fácil, ni exenta de riesgos. Bouwsma elige para ello a los mismos escritores que marcaron el esplendor del Renacimiento, en los que observa el germen de su decadencia. Un interesante análisis de temas y autores (Montaigne, Galileo, Shakespeare, Cervantes) en relación a una época que no deja de apasionar a lectores e investigadores. J.L.R.

Don Álvaro de Luna y su tiempo

César Silió. Austral, 1957.

Don Álvaro de Luna es uno de esos personajes que se pasean por entre los claroscuros de la historia, pero que definen por sí mismos toda una época. La historiografía, a veces caprichosa con estos personajes grises, dedica estudios exhaustivos a unos, mientras a otros los abandona a la curiosidad de algún investigador de provincias. Para acercarnos a la figura de Don Álvaro hemos tenido que desempolvar (literalmente) este ensayo publicado por César Silió en aquella tan inabarcable como magnífica colección Austral de Espasa-Calpe. Las guerras en aquellas ya postrimerías de la Reconquista, las intrigas fratricidas de la nobleza en el reinado de Juan II, del que fue valido y, según Gregorío Marañón, "algo más", hasta su muerte ajusticiado en la plaza mayor de Valladolid en los primeros días de junio de 1453, un repaso por una vida intensa del que fue además Condestable de Castilla y Gran Maestre de la Orden de Santiago, y escritor del libro Virtuosas e claras mujeres de Castilla. J.L.R.

Diario de Invierno

Paul Auster. Anagrama, 2012

Se hizo esperar pero por fin regresó. Y lo ha hecho con un libro deslumbrante pese a su sencillez, pues partiendo de una serie de recuerdos de su juventud, en esa época en la que ambicionaba ser escritor, el autor nos van haciendo partícipes, con un magistral sentido del equilibrio entre las historias narradas, del devenir del tiempo hasta que este le hace sentir los primeros indicios de vulnerabilidad. Historias más cercanas a la anécdota como la rememoración de esas 21 habitaciones en las que ha vivido hasta llegar a su residencia actual, van alternándose con tragedias personales o encuentros con admirados personajes. En definitiva, un autorretrato pero con dos elementos fundamentales: el magnetismo de la escritura de Auster y el trasfondo de un sinnúmero de historias que finalmente componen un retrato real y fascinante de Paul Auster. R.C.P.

Una novela francesa

Fredéric Beigbeder. Anagrama, 2011

Como lector, la novela que más me ha cautivado durante el pasado año, y presumo que seguirá a la cabeza durante mucho tiempo más, fue El mapa y el territorio de Michel Houllebecq, que ya reseñé en esta misma sección. Y es esa novela la que me ha llevado a esta otra cuyo autor aparece en el libro de Houllebecq como un personaje excéntrico y canalla con el que mantiene cierta complicidad. Pero para mí, ahí acaban las relaciones entre un libro y otro, y es que esta novela de Beigbeder parece construida sobre la nada. Una especie de reconstrucción de la infancia del autor, sobre la que por otra parte él mismo no se cansa de afirmar que no recuerda nada. Y en esa búsqueda de un pasado borrado de la memoria, partiendo de su estancia una noche en una cárcel parisina por consumo de droga en la vía pública, va construyéndose el débil armazón de esta historia, más cerca de la banalidad que de la transcendencia literaria. R.C.P.

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