"Torna subito a Padova" (4), Verona entre el cielo y la tierra

Arquitectura · La belleza intangible

Ramón González De La Peña

Jerez, 19 de agosto 2015 - 01:00

LA Capilla de los Scrovegni en Padua es uno de los lugares más visitados de la ciudad. Se accede a ella con cita previa, a veces con varios días de antelación. Es un espacio pequeño y delicado y, por esa razón, las visitas son meticulosamente medidas. Fue construida hacia el 1300 y se trata de una sola nave rematada con una bóveda de cañón. El exterior ha sido modificado varias veces a lo largo de la historia. Tiene una cubierta a dos aguas y contrafuertes vistos, insuficientes, a juzgar por los tirantes de acero visibles en el interior. La capilla estaba originalmente conectada, mediante una puerta lateral, con el palacio de la familia (hoy derribado), que había sido construido siguiendo el trazado elíptico de los restos de un anfiteatro romano, que hoy recuerda la forma del jardín delantero. La decoración mural de la capilla es una de las más importantes obras de Giotto. El espacio de la capilla es como el interior de un cofre azul y plata. Y si se quiere, recuerda a ciertas imágenes del universo. La bóveda de cañón está pintada completamente en azul aunque en ese cielo brillan algunas estrellas de resplandor plateado. En las paredes se recortan grupos de figuras que representan diversos pasajes de la vida de Jesús y de la Virgen, en una disposición clásica: basamento, planta noble (duplicada en este caso) y remate. En el frente, delante del altar, están enterrados los antiguos propietarios de la capilla, sobre la puerta de acceso se representa el juicio final.

La estación de trenes de Verona tiene dos plantas. En la planta baja, que conecta con el nivel de la ciudad a través de un extenso parque, están las oficinas y las taquillas donde se compran los billetes. En la planta superior se encuentran los andenes. Desde la estación caminaron hacia la famosa Arena de Verona, el anfiteatro romano restaurado e incorporado al uso cívico. Aunque el resultado de la restauración pueda ser discutible, parece mucho mejor opción que se haya conseguido su puesta en servicio que mantenerlo como una triste ruina, a la que los turistas le conceden apenas unos segundos de atención para a continuación continuar la marcha hacia otro lugar de la ciudad. El centro histórico está ocupado por todo tipo de referencias a Romeo y Julieta, la pareja de enamorados cuya historia de amor imposible Shakespeare sublimó. Tras una rápida visita al patio en el que se encontraba la habitación de Julieta y su famoso balcón, marcharon a Castelvecchio, el castillo que defendía la ciudad, restaurado en los años ochenta por el arquitecto veneciano Carlo Scarpa. Como en todas sus obras, el arquitecto utiliza la razón y la sensibilidad para poner orden y belleza en los edificios que les son encomendados. En Castelvecchio, introduce algunos elementos modernos inspirados en otros históricos que se pueden observar en la propia Verona.

Más tarde anduvieron hasta San Zeno, una iglesia en la que pasaron un buen tramo de la tarde. San Zeno es una iglesia con dos plantas. Es un espacio complejo, aproximadamente hacia la mitad de la iglesia tiene una escalinata que desciende y que lleva a una sala llena de columnas que soportan el piso de arriba y está ocupado por varias capillas, una de ellas dedicada al titular de la iglesia, que fue un obispo de la ciudad. Del mismo lugar, parten dos escaleras hacia el piso superior. Cada peldaño de éstas está construido con un taco de piedra rosa empotrada en el muro. En esa planta se ubica el altar, que tiene un retablo con un precioso tríptico pintado por Mantegna. Sobre la puerta de entrada existe un rosetón de proporciones descomunales que permite que los rayos del sol de la tarde lleguen hasta el altar, en el extremo opuesto de la nave. En el exterior, todo construido con piedra arenisca rosa, separado de la iglesia existe un Campanille exento, esbeltísimo, y más alto incluso que el de San Marco en Venecia.

Era tal su entusiasmo con la iglesia que no fueron conscientes del paso del tiempo. Estaban lejísimos de la estación y tenían el propósito de acudir a una interesante conferencia aquella tarde por lo que tenían que alcanzar el tren previsto. Se pusieron en marcha rápidamente, a paso ligerísimo, cuando no corriendo. En veinte minutos llegaron a la estación sin resuello y al llegar a los andenes el primero de ellos vio que aún estaba el tren. Se volvió hacia los demás y gritó: "¡Prueba conseguida!" momento en el que oyeron cómo arrancaba su tren... No pudieron hacer otra cosa que reír. Sin embargo, resultó que diez minutos después partía otro, un regional, que no hacía tantas paradas y que les dejó en Padova con tiempo suficiente para llegar tranquilamente hasta el Pedrocchi y asistir a la lección del día. Esta sería impartida por Franco Purini, adorado por todos los estudiantes y profesionales italianos, aunque con un discurso que les pareció un poco anticuado. Una vez terminada, aterrizaron en un local frente al Pallazo della Ragione para tomar unos spritz reparadores.

Continuará.

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