¿hay alguien ahí? Si existe una mente privilegiada, racional, lúcida y comprometida, que venga por favor a liberarnos de esta jaula de grillos en la que nos han metido. Muy a nuestro pesar, somos rehenes de un tiempo convulso y agitado, piezas vulnerables de un sistema dirigido por algunos irresponsables demagogos, incompetentes, mediocres, charlatanes y mentirosos compulsivos. Ellos son los culpables de nuestra frustración y desesperanza, de que hayamos perdido el rumbo, de que nos mostremos apáticos o ausentes, cual osos hibernando.

Se echan en falta buenos timoneles y una tripulación que reme en el mismo sentido, compuesta por quienes no abanderen rupturas o enfrentamientos. O, mejor dicho, voluntad de entendimiento entre tantas voces discordantes y cantos de sirena. Porque la política, en lugar de ser una solución, está derivando a enfermedad crónica con el riesgo de contagiar su virus de fanatismo a una sociedad indefensa.

La historia no se puede escribir o interpretar desde el odio, ni se construye un presente desde errores pasados, ni se proyecta el futuro despreciando a quienes conviven contigo. Las ideologías radicales o extremistas son el cáncer de la democracia, porque intentan imponer sus planteamientos excluyentes, insolidarios y sectarios a fuerza de demagogia. O dicho de otra forma: no pueden exigir libertad o derechos, quienes no respetan las leyes de obligado cumplimiento, aceptadas por una inmensa mayoría.

Muy a nuestro pesar, vivimos momentos de cólera, caos e incertidumbres. No está claro quién lleva el timón y han proliferado los falsos profetas como monologuistas del hecho diferencial y el pensamiento único que, cual cuervos bien criados, pretenden sacarnos los ojos. Esa epidemia de traición y deslealtad sólo se corrige con la enfermedad como tratamiento. El tiempo aclarará si se erradica o no tal epidemia que arrastra también a los llamados renovadores de la política. A estos últimos recién llegados habría que preguntarles si politólogo es aquel que logra un titulo universitario para otorgar carácter científico a su propia ideología. O dicho de otra forma: ¿cómo pueden considerar ciencia a la visión no plural y nada objetiva de la política? ¿Acaso creen que todos somos ratones sumisos, dispuestos a seguir a un flautista de Hamelin que busca el precipicio?

Habitamos un espacio 'reducido' llamado Tierra, que obliga a una convivencia pacífica, a tender puentes y eliminar muros. Hay que construir desde el diálogo con quien lo merezca, ceder y unirnos, al enemigo ni agua. Quienes no estén preparados para ello, que salten por favor del barco al que libremente subieron…

(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue Editor Jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como Jefe de Prensa del Circuito de Jerez.

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