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Hoy recomendamos Colmar La población francesa es el mejor centro para visitar Alsacia

Tiene un nombre sonoro y oloroso, de aroma de vino blanco. Pero es mucho más, sin ser sus exquisitos vinos de riesling, gewurtztraminer, muscat o pinot gris una cosa menor. Al contrario, son excelsos, de una calidad desconocida por nuestro país. Y sin embargo, aquí está: la Europa aseada y limpia, próspera, bellísima hasta rozar lo perfecto. El culmen, tal vez, del sueño europeo. Del Norte, claro: la región de Alsacia, y dentro de ella, un pueblo precioso, Colmar.

La llegada a Colmar se ve forzosamente acompañada por expresiones de admiración hacia su belleza "de cuento". No oficialmente, pero Colmar es la capital sentimental del Alto Rin francés, en esta Alsacia de bandera francesa pero en la que casi todos los pueblos tienen nombres, aspecto y aires alemanes, lo que al final testimonia una historia de batallas y sangre. Colmar es el perfecto centro de operaciones en esta parte del Paraíso europeo. Una ciudad aparentemente feliz, como toda la región, con plazas pequeñas llenas de casas con tejados y entramados de madera al descubierto, con estatuas pequeñas sobre columnas, con los barrios y calles divididos por gremios, los pescaderos, los curtidores, los comerciantes, los cazadores… y como remate, con un canal ideal para que los edificios de colores asomen su belleza al agua en un barrio al que han dado en llamar, no muy originalmente por cierto, la Pequeña Venecia.

Rebosa además de la llamada 'civilización'. Los pueblos, preciosos, no se conforman con ser bonitos. Aquí compiten ahora por cuál tiene más flores y mejor dispuestas. Es la red de 'ciudades florecidas' o 'villages fleuris". No se puede saber cuántos cientos de miles de geranios hay en los balcones de la región. Pero la de jardinero debe de ser una profesión bien vista aquí, y bien pagada, claro.

Colmar lo tiene todo, incluso una gran tienda Fnac y festival de jazz. Y la impresión que da es que la gente es feliz, trabaja sus horas marcadas y tienen sus derechos en regla. Además, cultivan un vino excelente, realmente maravilloso, y las viñas rodean y adornan las afueras de los pueblos. Blancos exquisitos: riesling, gewurztraminer, pinot blanc, pinot gris, silvaner… nada parecido a lo que bebemos por España. O a lo que supone la experiencia común de vinos por tierra hispana. Explosiones de sabores y aromas, que los expertos sabrán explicar. No hay por eso que morid de envidia aún: en comida les ganamos de calle los del Sur. Con decir que la estrella de los platos tradicionales es el chucrut: col fermentada acompañada de una especie de pringá más bien seca…

Se piensa: quién no querría vivir en este paraíso… Recapacitemos: cuánto tiempo libre hay que tener para dedicarse a estos jardines. Y cómo la historia cambia. No hace tanto tiempo por aquí discurrrían líneas de trincheras. Hoy hay mercadillos, bicicletas, flores… casas con nombres de familias de comerciantes, prosperidad. El sueño europeo civilizado.

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