"Llamé a mi madre porque pensé que habían puesto una bomba"
Pasajeros del aeropuerto y empleados del Factory narran cómo vivieron el siniestro que se produjo a poco más de un kilómetro Muchos, al escuchar el impacto, creyeron que era un atentado
Pablo Ballesteros iba conduciendo ayer por la Ronda Supernorte cuando de repente empezó a ver una inmensa columna de humo a lo lejos. A las 13:30 entraba a trabajar en el puesto de prensa colocado en la terminal de salida del aeropuerto de San Pablo. Mientras aparcaba el coche puso la radio. Habían interrumpido la programación para dar la última hora. La trágica noticia del A400M llenaba los minutos de programación y la conversación de los pasajeros en el aeródromo. De momento, cancelaron todos los vuelos, lo que llenó de inmediato el puesto de prensa ante la larga espera que se avecinaba.
"Venía para trabajar y me enteré de la noticia por el camino. Habían suspendido todas las operaciones, pero el aeropuerto permaneció abierto a los pasajeros, que han sufrido un retraso de entre una y dos horas para embarcar", relata este trabajador de San Pablo. Ante la noticia, los mostradores de facturación de las aerolíneas se colmataron de personas que veían cómo sus planes empezaban a "torcerse". Una de las empleadas de Ryanair detallaba que por parte de esta compañía fueron tres vuelos los que retrasaron su hora de salida, los que tenían como destino Burdeos, Palma de Mallorca y Londres. La máxima demora alcanzó los 60 minutos.
A las tres de la tarde ya partió el primer vuelo y se reabrieron las pistas de despegue y aterrizaje. Hora y media después la tranquilidad volvió al aeropuerto. Sólo quedaba un vuelo para salir a Palma de Mallorca. Entre sus pasajeros, Mario Prieto y Rosario Gutiérrez, cuyo viaje de bodas había empezado con mal pie. "Veníamos con mucha ilusión, pero este hecho nos ha cortado el cuerpo", señala Prieto, quien reconoce que pasó "cierto miedo" cuando se enteró de que cerraban la pista. "Por un momento creí que se trataba de un atentado", asegura Gutiérrez. "Todo el mundo preguntaba qué pasaba. En un instante se originó cierto descontrol hasta que nos informó la dirección del aeropuerto. Buscamos noticias por internet. No dábamos crédito a que el accidente haya pasado a escasos kilómetros", afirmaba esta recién casada.
A Esther Vira no se le pasaba el susto. Esta sevillana tiene a su hermana trabajando en un hotel de Mallorca. Se había cogido unos cuantos días de descanso para visitarla. No le gustan nada los aviones. La noticia de ayer se lo puso más difícil. "Si ya tenía miedo a volar, después de esto se me hace todavía más cuesta arriba, pues se supone que los aviones militares son los más seguros, ¿o no?", se pregunta Vira, que espera a pasar el control de embarque y tomarse en el área de espera las pastillas que le ayudarán a dormir durante el viaje. "Quiero que me despierten cuando llegue al aeropuerto balear. Voy con el miedo metido en el cuerpo", admite esta sevillana instantes antes de pasar el control.
Precisamente las personas que se encontraban en la zona de embarque son las que sufrieron los mayores retrasos. A muchos les cogió el choque del A400M cuando faltaban pocos minutos para subirse al avión. "La mayoría han aprovechado los amplios ventanales que hay para contemplar la negra humareda que se formó", explica uno de los camareros que trabaja en una cervecería del aeródromo.
El humo originado tras estrellarse el avión motivó que algunos conductores que circulaban por la A-4 detuvieran sus vehículos en varias de las gasolineras que hay en las vías de servicio. Así lo relataba uno de los trabajadores de estos establecimientos, en cuyos alrededores varias familias aparcaron sus coches ante el temor surgido por no saber de lo que se trataba. "En esta gasolinera estábamos trabajando en ese momento dos personas. Veíamos la columna de humo por la tele y ante nuestras narices. Mi compañero salió a la calle al instante de escuchar el ruido del impacto. Pensé que había estallado alguno de los grandes depósitos de combustible que albergan las compañías de aviones que hay cerca. Luego, según lo que iba diciendo la tele y los clientes que llegaban, nos enteramos de lo sucedido", explica Aurelio Martín, el trabajador de la gasolinera Cepsa que tenía ayer turno de guardia.
Aunque para susto, el que se llevó Iván, el hijo mayor de la familia de Los Bartolos, una saga gitana lleva muchos años instalando su puesto de frutas en el aparcamiento del Factory del aeropuerto. El accidente se produjo a menos de un kilómetro de la furgoneta en la que se encuentra la mercancía que venden cada fin de semana. Así lo relata este joven horas después: "Estaba aquí, como cada sábado. Sentado dentro de la furgoneta con las puertas abiertas. El calor empezaba a apretar. Escuché un golpe muy fuerte. Yo no había visto el avión. Al instante, salió el humo. Llamé a mi madre muy asustado. Le dije que habían puesto una bomba, que me iba de aquí". Su madre confirma los hechos mientras las moscas revolotean alrededor de la fruta. "Mi marido y yo veníamos para el Factory. Pusimos la radio para saber qué pasaba. Lo llamamos y le dijimos que era un avión que se había estrellado. Yo nunca he visto tanto humo en mi vida".
Pese a que en un principio se dijo que habían cerrado este centro comercial, tanto esta familia de vendedores ambulantes como los empleados que trabajan en él lo niegan. "Aquí han seguido viniendo la misma gente que un sábado cualquiera, lo único que se ha cerrado es la glorieta principal de acceso al polígono, que está tomada por la Guardia Civil para impedir que la gente entre al camino que lleva al huerto donde ha caído el avión", explican los integrantes de Los Bartolos.
Justo enfrente de donde tienen colocado el puesto se encuentra una estación eléctrica que se habría visto afectada por el choque. A la espalda de dicho recinto y a menos de un kilómetro de distancia está el lugar del siniestro. "Está justo al lado de la fábrica de Coca-Cola", explica Mayte Piñero, dependienta de una de las tiendas del Factory, quien asegura que ni escuchó el impacto ni se enteró de lo sucedido hasta que se lo contaron los clientes que en ese momento se enteraban de las noticias al consultar internet por el móvil. "Hasta que no salí fuera no me percaté de lo sucedido. Por la zona pasaban varias patrullas de la Guardia Civil, pero, contra lo que se dijo en un principio, el centro comercial ni se ha desalojado ni se ha cerrado. De hecho, esta tarde sigue habiendo la misma gente de todos los sábados", subraya Piñero, cuya afirmación se constata en las pocas plazas que quedan libres en el aparcamiento.
En la glorieta de entrada al polígono, cuyas naves permanecían casi todas cerradas ayer por la tarde, la Guardia Civil controlaba el acceso mientras las unidades móviles de las radios y televisiones se adueñaban del escaso espacio permitido. Desde allí, a pleno sol, se da la última hora de un fin de semana en el que, por desgracia, la tragedia le ha robado todos los titulares a la campaña electoral y al calor.
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