Las barreras de las mujeres gitanas que sufren violencia machista

Las asociaciones alertan de que se denuncian muchos menos casos de los reales

Los estereotipos sociales no ayudan

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Dos activistas de Femen protestan por la violencia machista.
Dos activistas de Femen protestan por la violencia machista. / Europa Press
Marta Ostiz (Efe)

07 de abril 2024 - 12:06

Las mujeres gitanas que son víctimas de violencia machista se enfrentan a una triple discriminación que llena de obstáculos el camino para salir del maltrato. Antigitanismo, machismo y situaciones de pobreza se unen a la falta de confianza en las instituciones que tendrían que protegerlas pero que no las representan.

No hay cifras oficiales que reflejen la realidad de la violencia de género en la población gitana, pero las asociaciones que trabajan con mujeres de esta etnia revelan que se denuncian muchos menos casos de los que en realidad existen.

Así lo indica la asesora jurídica de la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (Fakali), Elena López Quintana, quien asegura que no es que las mujeres gitanas desconozcan los recursos a los que pueden acudir para denunciar situaciones de violencia machista, sino que "no consideran que sean para ellas. No se sienten representadas en las campañas institucionales contra la violencia de género y muchas veces nos dicen que cuando se anuncia el teléfono 016 nunca ven la imagen de una mujer gitana".

A esto se añade -incide López Quintana- el gran desconocimiento que existe sobre la cultura gitana entre los agentes policiales, judiciales o sociales.

Todo esto sumado hace que, si las mujeres ya acuden con dudas a las instituciones que deben protegerlas, al final "se pierden en un itinerario ya de por sí bastante complicado de transitar" y "la consecuencia es que vamos a tener que saltar muchas más barreras para llegar a una situación final de salida de la violencia de género".

Entre ese desconocimiento que, en general, existe de la cultura gitana esta experta señala, por ejemplo, la importancia del núcleo familiar y el hecho de que la mayoría de estas mujeres no viven solas con su marido e hijos, sino que también lo hacen con suegros o cuñados, lo que supone un inconveniente a la hora de denunciar.

Prejuicios, antigitanismo y precariedad

Los prejuicios y el antigitanismo también hacen mella en las mujeres gitanas. Ellas lo tienen mucho más difícil a la hora de conseguir un empleo o acceder a un alquiler que el resto de las mujeres, por lo que las posibilidades de independizarse del marido y maltratador se reducen.

Por no hablar de la precariedad en la que todavía a día de hoy vive una parte importante del pueblo gitano.

"Todas estas discriminaciones se unen y hacen que al final estas mujeres tengan mucho más complicado salir de una situación de violencia", explica a Efe la psicóloga de Fakali Patricia Peña Martínez.

Los prejuicios y estereotipos sobre la población gitana tampoco ayudan. "Cuando una niña gitana tiene algún problema en su rendimiento escolar, los profesores, desgraciadamente, no apuestan tan directamente por ella, porque dan por hecho que no va a terminar sus estudios, o que se va a casar con 14 años, se va a ir a vivir con su pareja y se va a quedar embarazada. Esos prejuicios inciden de una manera directa en la vida de estas personas y puede complicar que salga del círculo de la violencia", lamenta López Quintana.

Sensibilizar a los agentes de la autoridad

No es extraño, señalan, que las mujeres gitanas desconfíen a la hora de acudir a las instituciones. Por eso, Fakali ha firmado hace un mes un convenio con la Guardia Civil a través del cual llevan a cabo charlas de sensibilización con los agentes, como ya hicieron el año pasado con el Instituto de Emergencias y Seguridad Pública de Andalucía.

El objetivo es que cuando los agentes se encuentren con una mujer gitana víctima de violencia de género, sepan cuáles son las peculiaridades que se van a encontrar y puedan ir eliminando barreras para atenderlas de manera más eficaz. Desde Fakali, también hacen cursos de formación para mujeres, para sensibilizarlas, empoderarlas, ayudarlas a identificar situaciones de maltrato y ofrecer su ayuda.

En este proceso, Peña Martínez destaca la importancia de contar con referentes. "Se puede ser gitana y feminista y, de hecho, nosotras participamos en las manifestaciones e invitamos a las mujeres, a las madres, para que luego puedan trasladárselo a sus hijos e hijas y les puedan transmitir estos valores".

"Las primeras mujeres que trabajaban, que estaban fuera de casa y que eran independientes eran las mujeres gitanas", afirma López Quintana. "Ahora se las ve como arcaicas, retrógradas, que parece que no salen de su casa cuidando niños. Pero en los años 50 eran las mujeres gitanas las que trabajaban fuera, las más rompedoras".

Y piden no generalizar, ya que las mujeres gitanas son "absolutamente heterogéneas". "Hay muchas con estudios universitarios y, sin ir más lejos, la directora general de Igualdad de Trato y No Discriminación, Beatriz Carrillo, es gitana", recuerda.

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