La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El exceso de liturgia del poder andaluz

Resulta exagerada la comitiva de consejeros y altos cargos que aguardan al presidente como canónigos a un obispo El regalo pendiente de Juanma

El teatro de la Maestranza, instantes antes del comienzo de la ceremonia de las medallas del 28-F

El teatro de la Maestranza, instantes antes del comienzo de la ceremonia de las medallas del 28-F / M. G. (Sevilla)

Hay que fijarse en cualquiera de los actos en los que participa el presidente de la Junta. Es una liturgia que se repite con solemnidad. Aparece Moreno (“Llamadme Juanma”) y ya están los consejeros del Gobierno formados en la puerta del edificio que sea. En los puestos secundarios, pero igualmente dispuestos, figuran los viceconsejeros, delegados territoriales y otros mindundis del staff andaluz si los hubiere. Está claro que el cambio del Gobierno del Cambio ha sido más en las formas que en el fondo, como reconocen en voz baja muchos del PP andaluz. ¡Y tanto! Pero justamente ahí está el mérito. ¿Por qué los andaluces le han perdido el miedo a la derecha? Porque no parece la derecha, porque muchas cosas siguen igual para bien o para mal. Se trataba de castigar al PSOE. ¿O todavía quedan ingenuos que no se han dado cuenta?

El cambio siempre llega, lo que no se sabe es cuándo. Y Moreno tuvo la santa paciencia de esperar y los redaños para aguantar. Una vez dentro del palacio –sin olvidar el éxito en la gestión del coronavirus– se despliega la liturgia: el escudo presidencial, la pulsera andaluza, aquella toma de posesión megalómana y un protocolo de llegada a los sitios más propio de un arzobispo cuando accede a la Catedral y es esperado por todos los canónigos. ¡Prietas las filas! Hay veces que resulta un poco ridículo, un punto pretencioso y, sobre todo, evitable. El poder tiene siempre afición por hacerse notar. Se comprende. Pero hay formas menos... irrisorias. La peor, sin duda, es cuando los altos mandos se levantan en medio de una cena y se marchan. Oiga, eso no se hace ni aunque se haya avisado previamente. Es de primero del manual básico. Hasta los señores consejeros se van si el presidente se ausenta de pronto. Es una suerte de protocolo... en negativo. Ni en el Antiguo Egipto debía haber tal seguidismo al faraón. Pareciera que alguien susurra de pronto al pinganillo: “¡El Águila sale, el Águila sale. No nos tomamos el solomillo a la castellana. ¡Todos fuera, todos fuera!”. No he visto nada igual salvo en un comedor escolar. Y hemos visto casi de todo en los gerifaltes de la Junta en los años de vino y rosas, muchas rosas...

Mucho compadreo, mucha proximidad y mucha sonrisa Profidén, pero después llegamos a los sitios como en el Dodge que dejaba en la misma puerta del Palacio del Pardo y ya estaba el librea dispuesto a abrir la puerta trasera. Fíjense porque la liturgia se repite hasta tal punto que un día instaron a un socialista a esperar en la puerta la llegada del presidente. Se oyó un “¡Tequiyá!” que ni en los tiempos de la canija. Pero lo de dejar un almuerzo o cena a la mitad y llevarse a la cuadrilla... eso es insuperable. Chapeau. Debe ser cosa del ayuno voluntario.

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