Einstein tenía razón
Las abejas tienen una visión tricromática, es decir, solo perciben tres colores del espectro; concretamente el azul, el verde y el violeta. Son ciegas al rojo. Los osos tienen un olfato increíblemente desarrollado: pueden oler a sus presas incluso a la friolera de treinta kilómetros de distancia. Ciertamente asombroso, comparado con nuestras facultades sensoriales (imaginaros que pudiésemos oler, desde Jerez, una barbacoa que estuviesen preparando en Cádiz). Y otra sorprendente reseña mas. El campeón paralímpico de Paris 2024, Sherman Guity, estableció el récord mundial de los 100 metros lisos en unos inauditos 10,65 segundos, corriendo con una prótesis en su pierna izquierda. Muy pocas personas deportistas y jóvenes con ambas extremidades pueden acercarse a ese registro. La medicina deportiva considera una marca muy destacada el que una persona joven, sin ninguna discapacidad y en muy buena forma, sea capaz de correr los cien metros lisos entre los once y los doce segundos.
Todo puede resultarnos sorprendente, incomprensible y extraño si no se plantea y analiza en el contexto adecuado. Incluso en nuestro entorno habitual, existen infinidad de experiencias sencillas que nos pueden resultar sorprendentes si nos paramos a analizarlas (¿Por que un objeto rojo se ve de color marrón rojizo si lo observamos a través de un acetato o plástico verde?).
Bien, todo lo dicho puede resultar sorprendente e incluso increíble si se analiza desde un punto de vista inflexible, cerrado y aferrado al contexto y a las formas tópicas y tradicionales, dicho de otra forma, sin relativizar. En el universo osuno tener esa capacidad olfativa es lo normal; por el contrario, visto a través de la óptica humana, resulta insólita y alejada totalmente de nuestras capacidades, por lo que nos consideraríamos unos discapacitados olfativos. Y lo mismo podemos argumentar respecto de las otras anécdotas: nosotros, los humanos, pensamos que vemos todos los colores del espectro luminoso, pero no es cierto. Somos ciegos a los colores ultravioletas y a los infrarrojos. Jamás podremos ver como es el mundo bajo esos colores. Tampoco vemos las ondas de radio cuya longitudes de onda se nos escapan, por ejemplo. En conclusión, somos unos discapacitados visuales en ese contexto. Somos tan solo unos seres vivos, limitadísimos en todos los aspectos, que cometemos el gran error del antropocentrismo humanista, sin pararnos a pensar que hay otros seres/personas capaces de pensar, de sentir, de reflexionar, de percibir, de sonar, en definitiva, de existir de otras formas diferentes y no por ello menos reales: toda percepción es relativa al contexto biológico e intelectual de quien observa.
Cuando hace unos cinco o seis años me incorpore a Cedown con la misión de coordinar un ilusionante proyecto artístico, viví aquella experiencia como un reto descomunal y maravilloso. iCrear un grupo artístico de jóvenes Down con el propósito de diseñar cantidad de objetos, prendas, etc., para su venta! Increíble, pensé. Trabajar con esos chicos y chicas y desarrollar su creatividad para que en el futuro pudiesen ser autosuficientes económicamente! Me pareció- un regalo de los dioses y me volqué de lleno en el Proyecto. Voy a omitir todos los infinitos pormenores para centrarme en lo que verdaderamente me cautivo: la posibilidad de trabajar con ellos la creatividad. El síndrome de Down es una variación genética y no una patología, por lo tanto, pensaba -y sigo pensando- que esas personas pueden ser tan buenos o tan malos creativos coma cualquiera de nosotros.
Transitan intelectualmente por otros senderos que desconocemos porque no son los nuestros habituales, y nos empeñamos en querer analizarlos y comprenderlos con nuestros conceptos y herramientas y desde nuestras plataformas intelectuales.
Ellos y ellas perciben las realidades de maneras diferentes a nosotros porque las contemplan, las perciben y las viven de maneras distintas a coma las contemplamos y vivimos nosotros. Pero todo esto no quiere decir que nuestras potencialidades sean únicas ni las mejores. Nosotros realizamos el acto creativo artístico recurriendo y barajando conocimientos y experiencias acumuladas, para generar nuevas realidades. Pero no cometamos el gravísimo error de pensar que estas experiencias nuestras son las únicas y exclusivas que pueden conducir al acto creativo y que quien no siga nuestros patrones es una persona discapacitada; hay otras formas de pensar, de combinar y de alcanzar la creaci6n artística, tan validas coma las nuestras, los que no somos “discapacitados” (aprovecho para deciros que me preocupa pensar que en el mundo de las abejas nos llaman discapacitados visuales, yen el de los osos, discapacitados olfativos).
Debemos darnos cuenta de que somos seres pequeños (si nos comparamos con los elefantes), débiles (si nos comparamos con los gorilas), endebles (nada mas que podemos vivir entre los 35 y los 39 grados de temperatura corporal. A mas altas o bajas temperaturas, nos morimos). Decía un profesor de dibujo que me dio clases en la carrera que si a un círculo dibujado en un folio -que vive en un mundo piano de solo dos dimensiones y no puede concebir el espacio de tres dimensiones-, se le preguntase que es una pirámide, será no solo incapaz de definirla, sino incluso de imaginarla. Pues bien, pensemos que a lo mejor somos círculos, y hagamos un esfuerzo también por imaginar que, además de otros círculos, pueden existir las pirámides.
En fin, que todo es relativo, coma dijo y demostró don Alberto Einstein. Solo cuando abandonemos el prejuicio de lo “normal” abriremos la puerta a una realidad mas rica y plural. Einstein nos enseñó que todo es relativo: ¿estamos dispuestos a asumirlo también en nuestra manera de ver y entender el mundo?
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