Seamos rigurosos: no hablemos de Down sino de personas
Contenido ofrecido por ASOCIACIÓN CEDOWN

Dime cómo hablas y te diré cómo piensas. No sé si existe como tal este aforismo, pero, si no, démoslo por inventado. Creo que resume muy bien lo que ocurre en relación con las cuestiones cruciales de nuestra convivencia social. Una de las más sensibles es la manera de nombrar a las personas con síndrome de Down. Hace poco más de un año, anteayer como quien dice, que el Congreso de los Diputados aprobó la modificación del artículo 49 de nuestra Constitución eliminando los conceptos de “disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos” y sustituyéndolo por el de persona con discapacidad. Un hecho histórico, puesto que, desde su aprobación en 1978, solo se han introducido tres cambios en el texto constitucional, y porque, de los tres, este del artículo 49 es el único de contenido social. Una verdadera conquista suscrita por 332 diputados, aunque con el incomprensible voto en contra de 32. Dime cómo votas y te diré cómo piensas, podríamos añadir ahora. Vale la pena consultar el diario de sesiones para identificar a quienes, con su voto, protagonizaron un anacrónico negacionismo social a la vez que impedían que un avance tan indiscutible se cerrara con el valor añadido de un consenso pleno, prácticamente unánime.
Viene a cuento recordarlo a propósito del cuarenta aniversario de una canción, que se anticipó a ese paso en la consideración pública de las personas discapacitadas. Se trata de la conmovedora balada de Víctor Manuel, Solo pienso en ti, que la joven cineasta Judith Colell acaba de transmutar en documental. De fondo, la historia real de Mary Luz y Antonio, dos personas Down de 22 y 25 años, que se enamoraron siendo residentes del Centro Promi de Cabra, Córdoba, a finales de los años 70. Víctor Manuel leyó en un periódico local la noticia que hablaba de ellos y la convirtió en un poema musical. “Es la canción que más alegrías me ha dado en 50 años”, ha dicho un Víctor emocionado durante el reencuentro con los protagonistas de la historia, que la Fundación Crisálida organizó recientemente para conmemorar las cuatro décadas de la canción que los hizo amigos para siempre. Puedo dar fe de ello, porque allá por los años 90, en un programa Especial de TVE titulado Tienen Derecho, yo mismo propicié el que, con toda seguridad, fue el primero de los vínculos públicos entre Víctor Manuel y la pareja formada por Mary Luz y Antonio, ya convertida en matrimonio. No les fue fácil, pero, en 1977, habían conseguido que los casara el párroco del pueblo, José Pérez Molina. Luego vendrían tres hijos, dos de ellos universitarios y el tercero una celebridad, que lo han sobrellevado todo con la dignidad y la fuerza moral que les da que se haya normalizado una historia de amor. La que, hecha canción, ha supuesto el más rotundo y hermoso alegato contra los prejuicios de todo tipo asociados a la discapacidad: nos ha enseñado a hablar bien, pues reconoce facultades distintas en los seres humanos, pero jamás inferiores, ya que se pueden considerar superiores en muchos sentidos. Ahora no tenemos excusas para ignorar términos nuevos, incluida la reciente acepción de neurodivergencia, que viene a superar la noción misma de discapacidad y a elevar a categoría científica el respeto debido a nuestros prójimos neurodivergentes.
Paco Lobatón
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