Los Japón | Crítica

Señor, danos paciencia

María León y Dani Rovira en una imagen de 'Los Japón'.

María León y Dani Rovira en una imagen de 'Los Japón'.

Apenas una sola idea cinematográfica en los insufribles 90 minutos de esta comedia, la enésima salida de la fórmula televisiva dominante: el padre de familia que interpreta Dani Rovira pregunta a su hijo por su madre, y este le responde que está en el gimnasio; corte de plano, vemos a unas señoras bailando y haciendo ejercicios, la cámara se desplaza hacia la derecha y descubrimos a María León limpiando como loca los cristales al ritmo de la música.  

La escena llega pronto, de ahí el inconsolable desasosiego que provoca asistir a una película que no tiene, literalmente, nada (mejor) que ofrecer hasta su cierre. Los Japón incide con toda la puerilidad y el humor blanco, o sea, idiota, imaginables, en esa vieja fórmula del chiste fácil (y un poco racista) a costa de la fonética (del chochito y el maricón para abajo), las diferencias culturales y los estereotipos más primitivos entre una España de gentes sencillas de pueblo, graciosas y trabajadoras (reivindicativas, republicanas y feministas también) y un Japón hundido en esa imagen no menos tópica de la rigidez, el protocolo, el estajanovismo, la prosperidad o la represión de las emociones.

Parece inconcebible pensar en que esta película hubiera existido alguna vez sin la presencia de Rovira y María León en su lote contractual, habida cuenta del vergonzoso nivel de su guion, que firma también Álvaro Díaz Lorenzo (Señor, dame paciencia). Sólo así se explica la palmaria pobreza e ineficacia de sus gags, el inexistente sentido del ritmo o la puesta en escena como mecanismos para hacer comedia, el desaprovechamiento de sus secundarios o el ortopédico montaje paralelo entre las escenas españolas y japonesas de una película que insulta no sólo al sentido del humor de sus espectadores, sino también al de cualquier cuñado de cena de fin de año.