Historia de un matrimonio | Estreno en Netflix

Divorcio a la americana

Preciso cirujano de las cuitas familiares y la vida moderna en clave burguesa, liberal y chic, Noah Baumbach se enfrenta en su décimo primer largo al reflejo autobiográfico de la crisis matrimonial con un ojo puesto en Secretos de un matrimonio de Bergman y otro en ese oscilante tono entre el drama y la comedia que, con Woody Allen o Kramer contra Kramer de fondo, ha convertido en marca de la casa desde aquella Una historia de Brooklyn con la que alcanzó el estatus autorial en el cine norteamericano.

Charlie y Nicole (extraordinarios Adam Driver y Scarlett Johansson) son un exitoso director de teatro del off Broadway y una actriz que abandonó su prometedora carrera en Hollwyood en un Nueva York bohemio y cultureta. En el prólogo, ambos leen sus respectivos textos elogiando las virtudes del otro destinados a una (fallida) terapia de conciliación. La hermosa música de Randy Newman, que acompañará al filme en los momentos precisos oscilando entre la luz y la melancolía, contrapuntea y ensambla esa larga secuencia destinada a recapitular una historia de amor y una relación profesional truncadas que ha tenido un hijo como fruto.

Pero a partir de ese instante llega el tiempo de la separación y las hostilidades. Baumbach distancia a la pareja entre Nueva York y Los Ángeles, dos universos que funcionan aquí como redoble de las diferencias irreconciliables, como eco de identidades, de las renuncias de ella y el egoísmo de él. Historia de un matrimonio se convierte entonces en la historia de un divorcio (visto, sobre todo, desde una mirada masculina: ya vendrán los reproches), campo de batalla de afectos, recuerdos y orgullos, pasarela de abogados caricaturescos (Dern, Liotta y Alda en estelares performances), familiares excéntricos y supervisores que se moverá ya entre la escalada bélica, la descongestión cómica y algunos poderosos instantes de intimidad y confrontación siempre bajo la hermosa paleta naturalista de Robbie Ryan.

Baumbach aspira a trufar el pulso y el duelo dilatado de situaciones paródicas (véase la visita de la inspectora judicial al apartamento alquilado de Charlie), pero su filme funciona siempre mejor cuando tiene únicamente en escena a sus dos protagonistas, incluso cuando los aísla al borde de las lágrimas, la desesperación y el dolor (véase la memorable la escena de la canción en el bar). Con todo, tiene siempre la virtud y la elegancia de reconducir su tendencia digresiva hacia territorios de emoción sincera que espejean la condición humana y sus miserias, la vida misma, con un fulgor y una verdad irreprochables.