Cuernos pretenciosos

Carlos Colón

07 de junio 2015 - 05:00

HORNS

Thriller/fantástico, EEUU, 2013, 120 min. Dirección: Alexandre Aja. Guión: Keith Bunin (basado en la novela de Joe Hill). Fotografía: Frederick Elmes. Música: Robin Coudert. Intérpres: Daniel Radcliffe, Juno Temple, Max Minghella, Kelli Garner, Joe Anderson, Sabrina Carpenter, Alex Zahara.

Alexandre Aja, francés que parece que lo no es, llamó la atención en Cannes con un cortometraje y debutando con una adaptación de un relato de Cortázar empujado al terreno del género post-apocalíptico. Todo lo que vino después se diluyó en un sincretismo tarantiniano (muy por debajo del talento visual de Tarantino) que fue dando mediocres películas de terror (Alta tensión) y pretenciosas relecturas de series B (Las colinas tienen ojos, Piraña 3D) o de películas surcoreanas (Reflejos). Mucha sangre y poca cabeza. Cine palomitero para adolescentes con el supuesto toque de clase que le da una sobrecargada pedantería estilística.

Horns es la cumbre de este falso concepto de cine de autor basado en extremar los tics visuales e intentar ir más lejos que otros en extravagancia, mal gusto y desmadre. El guión es como una variación de El fin de los días de Schwarzenegger, que había prudentemente olvidado y hace unos días me tropecé zapeando: si te ha ido mal con el de arriba, tu novia ha muerto asesinada y encima te echan la culpa, alíate con el de abajo para vengarte y descubrir al asesino. Aunque al buscar tan peligroso socio te salgan, lógicamente, diabólicos cuernecillos. Se supone que la cosa tiene humor, mala leche, ironía y hasta crítica social. Las busqué, para disipar el aburrimiento que este disparate pretencioso me procuraba, pero no las encontré.

Tenían posibilidades las reacciones ante la cornamenta -invisible para unos, aterradora para otros e incitadora a las confidencias para quienes tienen sótanos de podredumbre en su alma- pero se desperdician en los efectistas fuegos artificiales en los que se descompone toda la película. Tal vez la novela de Joe Hill (hijo de Stephen King) en la que se basa, dada la interesante trayectoria de este joven autor, desarrolle estos temas. La película, desde luego, no lo hace. El hijo parece tener peor suerte con el cine que el padre.

A Daniel Radcliffe, o a su agente, deberían avisarle que aliarse con el demonio del mal cine (peor aún si es pretencioso) no es el camino para superar su etapa Harry Potter.

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