In Viaggio. Viajando con el Papa Francisco | Crítica

Retrato de Francisco por un maestro del documental

Una imagen del documental.

Una imagen del documental. / D. S.

Boatman (1993), Bellow Sea Level (2008), El sicario: Room 164 (2010), Sacro GRA (2013, obra maestra sobre el Grande Raccordo Anulare, las autopistas de circunvalación de Roma, visto como no lugar donde habita la marginación, León de Oro en Venecia), Fuocoammare (2016, Oso de Oro en Berlín) y Notturno (2020) han convertido a Gianfranco Rosi en uno de los mejores y más premiados documentalistas del cine actual. Su compromiso con las materias que rueda le llevan a integrarse con los lugares filmados, residiendo en ellos largo tiempo: vivió tres años en un remolque en el Grande Raccordo Anulare para filmar Sacro Gra, rodó durante cuatro años a los habitantes de Slab City para Bellow Sea Level, vivió un año en Lampedusa para Fuocoammare y rodó durante tres años, muchas veces entre quienes vivían guerras y violencias, Notturno en Siria, Irak, Kurdistán, Irak y el Líbano.

Que un documentalista de esta talla presente una película sobre el papa Francisco, centrándose en sus viajes, es un acontecimiento. Y que esta se abra con su viaje a Lampedusa apenas elegido responde tanto a las inquietudes de Rosi -que dedicó una de sus mejores películas a la crisis y la tragedia de la inmigración vividas allí- como al punto de vista que la película adopta sobre Francisco. Al iniciarse así queda claro por qué el papa le interesa a Rosi. Como sucede con su viaje a Irak y Kurdistán, donde Rosi rodó Notturno. Hay afinidades entre ambos.

Con materiales documentales ajenos y material rodado por él, Rosi, a través de un montaje excepcional que, en sus propias palabras, “transforma en lenguaje cinematográfico imágenes de informativos televisivos”, traza, a través de nueve años y 37 viajes, un profundo retrato humano de un papa que pese a su constante mostrarse, a su hablar claro y a su voluntad de proximidad -o quizás por eso- no deja de desconcertar. Quienes aplauden su lucha por los más desfavorecidos y el medio ambiente detestan su condena del aborto. Los católicos más tradicionalistas o conservadores lo tachan de revolucionario y los más progresistas o innovadores le reprochan que no vaya más lejos. La manipulación de ambas figuras -en algún caso desde dentro de la misma Iglesia- pretende enfrentarlo a su predecesor, el gran teólogo Benedicto XVI.

Su austeridad y sencillez, como cuando renunció a residir en las estancias vaticanas, parece a algunos una forma de soberbia que deja en mal lugar a sus antecesores y a otros un bienvenido signo de austeridad. El camino de la sinodalidad pretende armonizar lo que para algunos parece imposible: las dimensiones vertical-jerárquica y horizontal-participativa de la Iglesia. Al fin y al cabo es el vicario del Cristo de quien afirmó la profecía de Simeón: “Será un signo de contradicción”.

Rosi, a través de sus viajes, hace un profundo retrato de Francisco como figura para algunos contradictoria y para otros luminosa. El montaje magistral no solo se refiere a las imágenes, también al sonido: el uso de los silencios y de la voz en off da a la película a la vez belleza y creatividad cinematográfica y profundidad en el retrato del personaje, sin eludir cuestiones incómodas o polémicas. Esta es una gran película, por lo tanto alejada de toda manipulación hagiográfica. El balance sobre el personaje es honestamente positivo porque está hecho sin manipulación ni ocultamientos. Se cuenta que cuando Inocencio X se sintió psicológicamente desnudado por el extraordinario retrato de Velázquez, dijo: “troppo vero!” ("¡demasiado verdadero!"). No es el caso de este retrato cinematográfico. Es “vero”, es decir, verdadero, pero no “troppo”, es decir, demasiado, ya sea en un sentido manipulador crítico o hagiográfico.

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