La carrera de Robert Rodríguez tuvo un inicio que justifica como realidad el sueño americano: hijo de una familia numerosa de origen mexicano se autoprodujo con escasísimos medios su primera película, El marichi (1992), que fue comprada por Columbia, triunfó en el festival del cine independiente Sundance y a partir de ahí tuvo una buena carrera internacional. Lo que siguió fue Desperado (1995), su paso por el universo Tarantino con Four Rooms y Abierto hasta el amanecer (1995 y 1996), su salto al cine de fantasía con The Faculty (1998) y por fin su consagración en este terreno con las tres entregas de Spy Kids (2001, 2002 y 2003). A partir de ahí su carrera ha seguido las dos líneas del cine de acción y violencia tex-mex-tarantiniano (El mexicano, Sin City, Planet terror, Machete, Machete Kills) y del cine familiar de fantasía (Shorts: la piedra mágica, dos entregas más de Spy Kids, Alita, ángel de combate, Superniños).

A ninguna de ambas pertenece este thriller psico-fantástico deudor de los incomprensibles pero brillantes soufflés del Nolan de Origen o Memento a las que no alcanza ni de lejos. Creo que tampoco lo pretende. Más bien es como si quisiera jugar con Nolan descendiéndolo de su olimpo de autor a la serie B. Un policía atormentado (Ben Affleck) tras el secuestro de hija se pierde en laberínticas realidades, irrealidades, realidades paralelas o ensoñaciones hipnóticas al investigar unos atracos digamos que poco convencionales y enfrentarse, ayudado por una vidente (Alice Braga), a una secta controlada por un tipo con superpoderes hipnóticos (William Fitchner) .

Un falso Nolan que es también una falsa película de serie B. Como su protagonista, Hypnotic se pierde en laberintos sin encontrar su lugar (y por lo que la taquilla dice, tampoco a sus espectadores).