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Cine

Otra buena cosecha televisiva

Javier Gómez

Las series de televisión ya no sólo compiten -y a menudo ganan- con el cine, a veces lo influencian de forma decisiva, y cada vez resulta más difícil encontrar un casting de una superproducción de Hollywood sin un rostro conocido, forjado en la pequeña pantalla. Zero Dark City = Homeland + Rubicon + The Hurt Locker, definía el crítico del Grupo Joly Manuel J. Lombardo la cinta de Bigelow en la que por cierto vimos a Jason Clarke y a Kyle Chandler. Y no le faltaba razón. La televisión, o al menos la americana y la británica, hace años que dejó de ser la hermanita pobre. Ahora guionistas, actores y directores cruzan sus proyectos en los dos medios y la mayor libertad de la que gozan los escritores televisivos acaba convirtiendo sus creaciones en referentes. Puede que 2012 no fuera un año de grandes novedades, como sí ocurrió con el anterior. Pero eso no quiere decir que la cosecha fuera mala. Simplemente, volvió a ser excelente, con algunas mejoras. A veces el continuismo es la mejor noticia. Y las cadenas de pago continúan dictando la pauta en televisión, con puede que ocho de las diez mejores series. El año pasado apenas se pudieron contar los dedos de una mano los estrenos destacables, que no brillantes. Fue una gran decepción The Newsroom, el regreso de Aaron Sorkin tras encadenar varias maravillas en el cine. El guionista de Moneyball o La red social tiene tendencia a los discursos y sermones y a medida que el público va adquiriendo mayor exigencia sus personajes parecen cada vez menos creíbles. 

No falló el gafe que persigue a Shawn Ryan, uno de los grandes nombres de la televisión pero que no deja de sufrir cancelación tras cancelación desde que terminara su excelente The Shield. Con uno de los mejores episodios piloto de los últimos años, su Last Resort se fue hundiendo en calidad y audiencia víctima de su falta de definición o quizás de su excesiva ambición. Constituye, sin embargo, un buen ejemplo de la televisión moderna, sin complejos: cogemos un submarino nuclear que se niega a disparar sus misiles a Pakistán, la isla, un conflicto internacional... Luego estuvo el duelo por el trono del country entre dos divas que nos trae Nashville, entretenida pero nada del otro mundo. Quizá la mejor novedad del año fue la intensa miniserie británica Secret State, protagonizada por Gabriel Byrne y basada en una novela sobre un posible golpe de Estado en el Reino Unido. La pérfida Albión sigue dominando el género en el viejo continente, con sus pequeñas dosis de gran calidad y ese exitazo internacional que es Downton Abbey, a medio camino entre la soap opera clásica y una cinta de época de James Ivory. Allí sigue brillando como pocas actrices la enorme Maggie Smith, capaz de hacernos reír y llorar de forma consecutiva con un cambio de gesto. Ha sido, sin embargo, el año más dramático en la producción de Julian Fellowes.

 

2012 también trajo el esperado regreso de Mad Men tras un año de ausencia por la dura negociación entre su creador, Matthew Weiner, y la cadena AMC. "Siempre me estoy preguntado sobre qué trata Mad Men", nos confesaba en una entrevista reciente Weiner, en la que hablaba de una quinta temporada en la que logró mantener el listón en todo lo alto. Seguimos la evolución de Don Draper, uno de los personajes más enigmáticos y atractivos de la historia de la televisión, en parte gracias al magnetismo y carisma que ha sabido imprimirle Jon Hamm. Un momento culminante del año, como símbolo de esta serie que nos muestra la transformación de la sociedad americana en los sesenta -entre otras muchas cosas-, fue ver al trajeado creativo publicitario pinchando el psicodélico Tomorrow never knows de los Beatles. El capricho artístico le costó 250.000 dólares en derechos de autor a la cadena, pero expresa muy bien el lujo que es Mad Men.

 

En lo alto siguieron también tres series tan diferentes como Breaking Bad -posiblemente la obra "reina" del último lustro tras el fin de Los Soprano-, que emboca su despedida, el western-negro Justified, y la fantástica Juego de tronos, todo un alarde de presupuesto y efectos especiales. Pero la sorpresa del año fue quizás que Homeland se mantuviera en el trono televisivo, cuando parecía misión imposible. Los guionistas de este thriller, de este tremendo duelo interpretativo entre Damian Lewis y Claire Danes, con ese tercero de excepción que es Mandy Patinkin, se han especializado en meterse en callejones sin salida. Y escapar airosos.

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