Cada vez nos interesa más un tipo de cineasta como Soderbergh, capaz de hacer una e incluso dos películas al año, la penúltima, Sin movimientos bruscos, estrenada como ésta directamente en HBO MX, todo un vibrante ejercicio de puesta al día del filme noir, sin esperar a nadie y con las miras puestas en un nuevo concepto de la artesanía industrial de perfil bajo (se acabaron por ahora los filmes de Oscar) que no está reñido con la mirada (crítica) a la actualidad.

Kimi la aborda también desde el guiño y el homenaje cinéfilo, ahí están el Hitchcock de La ventana indiscreta, el De Palma de Impacto o el Coppola de La conversación en sus recursos sonoros, para abrazar estos tiempos del Internet de la cosas y los dispositivos de escucha (Siri, Alexa y similares) con las hechuras ligeras del thriller conspiranoide y sin olvidarse del reciente confinamiento y sus consecuencias psicológicas como punto de partida para una entretenida trama que tiene muchos elementos a los agarrarse: para empezar, la idea de sabernos espiados desde cualquier aparato, también la de la existencia de los controladores y depuradores anónimos del algoritmo que trabajan para las grandes corporaciones, por último para hablar de las ansiedades y enfermedades de esta época pandémica en la que el contacto físico vuelve a ser un gran tabú.

Con todo ello, el experimentado David Koepp (Jurassic Park, Atrapado por su pasado, Misión imposible, Snake eyes) elabora un guion de escuela que Soderbegh maneja con la habitual soltura, siempre con ese pequeño plus de búsqueda de estilo, en una progresión de giros y sorpresas que, primero en el loft de diseño de nuestra protagonista (Zöe Kravitz), y luego en la calle a plena luz del día, va convirtiendo poco a poco el film en un ejercicio mutante de géneros que desemboca con un divertido guiño pop al manga y a la comedia negra de empoderamiento femenino.