Suro | Crítica

Un Apocalipsis rural

Pol López y Vicky Luengo en una imagen del filme de Mike Gurrea.

Pol López y Vicky Luengo en una imagen del filme de Mike Gurrea.

Ya en la cartelera de diciembre, Suro completa un particular annus mirabilis para el cine español ambientado en el rural, ya sea este un nuevo marco salvaje para el género en clave tremendista (As bestas) o territorio mítico o autobiográfico para las tramas de iniciación o reivindicación telúrico-política (Alcarràs, El agua, Secaderos).

De todo el selecto grupo es la del debutante Mikel Gurrea nuestra preferida, tal vez porque se mueve en un terreno intermedio con una carga de profundidad, un dominio narrativo y un nivel de capas y matices mucho más rico. La pela de los alcornocales y la recolección del suro (corcho en catalán) en el Alt Empordà son aquí las tradiciones que enmarcan y anclan un relato sobre la llegada al campo de una pareja urbana decidida a cambiar de vida en pleno embarazo.

El idealismo dará pronto paso a la realidad y la naturaleza y sus lugareños mostrarán su pragmatismo y su hostilidad a estos jóvenes que aún creen en las bondades y la placidez de un modo de vida rural. Suro va cargándose poco a poco de avisos y premoniciones (tal vez algunos de más) sobre el devenir de un proyecto vital que aún no sabe de faenas, costumbres, clases, inmigración, explotación o violencia soterrada inherentes al día a día.

Sin necesidad de subrayar más de la cuenta esa confrontación (como sí sucede en As bestas), el filme va abriendo poco a poco el interior de una pareja quebrada por las tensiones de género y las mochilas ideológicas al tiempo en que observa las dinámicas racistas de unos oficios donde la novedad, lo de fuera o la justicia no son precisamente bienvenidos.

Gurrea maneja muy bien el tiempo narrativo, construye potentes elipsis y sabe subir la tensión ambiental sin llegar a romper la baraja, y Pol López y Vicky Luengo sostienen desde los cuerpos y la ambigüedad la escalada de distanciamiento y corrosión que los va transformando. A la postre, en un final realmente estupendo, la película alcanza ese nivel metafórico siempre latente para mirar de frente al cine de catástrofes a la espera del desastre definitivo.