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Verano en rojo | Crítica

Con la Iglesia hemos topado

Marta Nieto en una imagen del filme.

Marta Nieto en una imagen del filme.

De las muchas posibles maneras de acercarse al asunto de los casos de abusos sexuales y pederastia en el seno de la iglesia en nuestro país, Verano en rojo elige la vía del thriller policiaco y la investigación periodística tal vez buscando cubrirse las espaldas en la doble apuesta. Y lo peor es que ninguna funciona, ni por separado ni en su ocasional y forzado cruce, a causa de un guion incapaz de generar suspense en los paulatinos giros y revelaciones del caso, que arranca con la aparición del cadáver de un joven en el agua, pero sobre todo de una dirección que no insufla mucha energía ni ritmo a sus materiales algo trillados.

Si por un lado el personaje de la policía que interpreta Marta Nieto apenas consigue arrastrarnos a su pesquisa entre colegios mayores y curas sospechosos (de un evidente Opus Dei que nunca se cita), tampoco resulta muy atractiva la investigación del veterano periodista en crisis que encarna José Coronado, un personaje de trazo grueso con el que poco o nada puede hacer el actor. Lo mismo cabe decir de los policías que interpretan Luis Callejo o un desubicado Francesco Carril, meras muletas de acompañamiento sin entidad ni desarrollo.

Basada en la novela de Berna González Harbour y ambientada en 2010 entre Madrid y Navarra, la película desaprovecha sus caminos bifurcados, revela demasiado pronto a su presa, redunda en las mismas pistas y no saca apenas partido de una colaboración inter-profesional que buscar airear la corrupción en el seno de la iglesia.

Belén Macías (Marsella, Juegos de familia) intenta sin mucho éxito que la cosa tenga algo de enjundia dramática, pero se enreda igualmente en asuntos íntimos y familiares que dispersan aún más la tensión en la resolución del caso. Una postiza banda sonora de aires sacro-místicos termina de hacer el resto.