Miamor perdido | crítica

Gato por liebre

Michelle Jenner y Dani Rovira en una imagen de 'Miamor perdido'.

Michelle Jenner y Dani Rovira en una imagen de 'Miamor perdido'.

A ver, ¿una película con Dani Rovira haciendo de Dani Rovira? Pues sí, eso nos trae este Miamor perdido con el que Martínez-Lázaro y familia (el guion lo firma su hija Clara) pretenden seguir explotando el filón hasta que el cuerpo y el personal aguanten.

Como de costumbre, la cosa va de una pareja, él monologuista (Rovira), ella dramaturga (Michelle Jenner), sobrevenida en casto pasteleo y bromitas de alcoba tras el clásico y fortuito encuentro callejero en un Madrid AirBnB. El miedo al enamoramiento y la estabilidad les hará romper prematuramente, repartirse la custodia del gato (valenciano) y sublimar sus respectivas penas a través de nuevos monólogos (a cuál más malo) y una pieza teatral de vanguardia (ridiculizada) que buscan expiar los fantasmas de la separación y la revancha (a golpe de putaditas) sobre las tablas.

Partiendo de mi incapacidad biológica de reírle una gracia al blandito comediante, comprenderán lo duro que se hace verlo aquí como trasunto políticamente correcto (más aún) de sí mismo, siempre en la frontera del humor autorizado a pesar de alguna cuña para millennials y fans de Broncano y, por supuesto, incapaz de interpretar más allá de lo escrito. A su lado, la Jenner despunta casi sin proponérselo, tal es su natural y ligera vis cómica en clave screwball (ella sí) a pesar de lo que tiene encima.

Queriendo dar el quiebro inteligente en su segunda parte por la vía de la autoconciencia y el espejo deformante, Miamor perdido se descalabra en su retruécano y vuelve a olvidarse de que la clave de toda buena comedia romántica también pasa por cuidar la puesta en escena y el sentido del ritmo.